La posibilidad de que Villa Dolores haya contado con un vinoducto hacia mediados del Siglo XX despierta fascinación y controversia entre historiadores, vecinos y expertos. Este hipotético sistema de transporte de vino, que habría sido único en la región, plantea interrogantes sobre el pasado industrial y cultural de la ciudad.
Según datos compartidos por María del Carmen Marietan, el vinoducto habría sido construido en 1948 por la empresa de Dante Senesi. Este sistema subterráneo tenía el propósito de transportar vino desde la estación de tren hasta la distribuidora de Contursi, donde el líquido era envasado en damajuanas para su comercialización.
La distribuidora, conocida popularmente como “Nardo”, se encontraba en la emblemática esquina de Rivadavia y San Martín. Este comercio alcanzó su mayor esplendor en 1955, pero comenzó a declinar en la década de 1960 debido a la competencia de otras bodegas locales que ofrecían vinos de mayor calidad.
El supuesto vinoducto consistía en una tubería enterrada a un metro de profundidad. Partía desde la zona que hoy ocupa la pileta municipal y llegaba hasta la fraccionadora de Contursi, además de abastecer dos cantinas frecuentadas por carreros que transortaban carbón y leña hacia la estación.
El relato de Marietan se basa en testimonios orales que describen una infraestructura que habría optimizado significativamente el transporte de vino en esa época. No obstante, esta historia enfrenta escepticismo.
En este sentido, miembros del Museo Nacional Ferroviario cuestionan, de acuerdo a Marietan, la viabilidad del proyecto alegando que el número de habitantes adultos en la ciudad durante esa época podría no haber justificado un consumo suficiente para requerir una obra de tal magnitud.
Otra gran obra
Domiciano Osvaldo Herrero rememora cómo Villa Dolores, en su desarrollo inicial, enfrentó desafíos únicos en la gestión de su espacio urbano y el aplacamiento del polvo que cubría las calles transitadas. Entre 1920 y 1930, una acequia entubada cruzaba la calle Felipe Erdmann, justo frente al Galpón de Máquinas del ferrocarril. Este canal, que se extendía desde la Avenida España hasta la plaza General Mitre, tenía como propósito mitigar el polvo levantado por las tropas de carros cargados de leña y carbón que se dirigían a la Estación local.
En el centro de la ciudad, las acequias que corrían a lo largo de las veredas se convirtieron en una herramienta esencial para el riego manual. Empleados municipales realizaban esta tarea utilizando bolsas de arpillera y baldes. Las bolsas, al colocarse sobre las acequias revestidas de piedra bola, aumentaban el caudal de agua y facilitaban el empapado de las calzadas empedradas. Este ingenioso método se aplicaba desde las calles Belgrano y España, a lo largo de varias cuadras, hasta la plaza principal.
En aquellos años, Villa Dolores no contaba con tanques regadores tirados por caballos ni vehículos automotores. Fue recién al finalizar el segundo mandato del intendente Benito S. Iglesias (1936-1940) cuando la ciudad adquirió los primeros vehículos destinados al riego. Hasta entonces, el suministro de agua provenía de la acequia ubicada en Felipe Erdmann y España, pero la bomba para extraer el agua se encontraba instalada en la primera cuadra de la calle Rivadavia.
Entre mito e innovación
La posibilidad de que Villa Dolores haya contado con un vinoducto coloca a la ciudad en una posición singular dentro de la historia regional. Sistemas similares existen en otras provincias, pero suelen ser aéreos y conectan directamente bodegas con plantas envasadoras. De haber existido, el vinoducto villadolorense habría sido una innovación adaptada a las necesidades urbanas de su tiempo.
Con el progreso urbanístico, cualquier rastro visible de este conducto subteráneo habría desaparecido. Sin embargo, el debate permanece abierto y despierta el interés de historiadores locales. Futuras investigaciones podrían arrojar más luz sobre esta intrigante posibilidad, que combina elementos de memoria colectiva, tecnología y la riqueza histórica de Villa Dolores.
Este relato propiciado por Marietan, además de evocar las estrategias de una época para enfrentar necesidades urbanas básicas, destaca el ingenio y el esfuerzo colectivo que caracterizó a los primeros años de desarrollo de Villa Dolores. Mientras tanto, la idea de un vinoducto sigue alimentando conversaciones y avivando la imaginación de quienes desean preservar el legado histórico de la ciudad.