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LA GRIETA. Una pérdida de energía y de tiempo

La imagen de un arma gatillándose estérilmente a centímetros de la cara de la vicepresidenta Cristina Kirchner, portada por Fernando Andre Sabag Montiel, provocó increíblemente amores y odios…

Lo que fue sin lugar a dudas un hecho institucional gravísimo, volvió a desnudar el nivel de descrédito hacia la política, el fanatismo exacerbado y el sinsentido.

Mientras los argentinos todavía toman partido por uno o el otro lado de la aburrida y desgastante grieta, las desigualdades persisten vivitas y coleando, los ingresos familiares no alcanzan y la inflación sigue su curso ascendente.

Insistir en la defensa obsecuente de determinadas figuras políticas, así como ensañarse en sus críticas irrestrictas, a lo único que ha llevado es a enfrentamientos entre compatriotas, a duelos entre vecinos, amigos y hasta familiares.

¿Vale la pena semejante pugna entre ciudadanos? ¿Es necesario desestimar y demonizar al vecino que piensa distinto? Pues no, porque a la luz de los hechos, los políticos tanto del oficialismo como de la oposición, no han rendido a la altura de las circunstancias.

Los gobiernos sucesivos aún no han podido asegurar un rumbo de desarrollo sostenido. Todos, en este punto elemental, han fracasado notoriamente. No se ha logrado una política que trascienda a las gestiones de turno, cuestión que debiera ser un objetivo de toda la dirigencia argentina.

Hasta ahora, las únicas políticas de Estado que trascienden son la inflación, el consecuente aumento de la pobreza y la corrupción estructural. Defender a los autores de semejante tragedia, en la que oficialismo y oposición son responsables, es una verdadero absurdo.

Enfrentarse por figuras políticas es a esta altura, es una pérdida de energía y de tiempo. Habría que ver si realmente Alberto Fernández, Cristina Fernández o Mauricio Macri empeñan la misma energía y tiempo en la solución de los problemas que padece la población.

Argentina es un país con enormes potencialidades que no están siendo aprovechadas y con miles de ciudadanos que anónimamente, a diferencia de los políticos incompetentes, mueven con su honestidad, responsabilidad, sacrificio y trabajo las ruedas de la economía.

Ojalá en algún punto de la historia argentina, la política maquiavélica quede atrás y se generen las bases económicas, sociales e institucionales sólidas para situar al país en un sendero de desarrollo sostenido.

La clase política debiera ponerse a la altura del contexto y la ciudadanía debiera además empezar a actuar con mayor conciencia de pueblo soberano, sólo así se podrán eliminar los problemas de siempre.

• El Ciudadano