Las imágenes que circularon días atrás, mostrando a varias jóvenes golpeándose brutalmente a la salida del boliche El Campito, debieran sacudirnos como sociedad y obligarnos a preguntarnos: ¿a quién le corresponde hacerse cargo de este tipo de hechos? Porque no podemos limitarnos a escandalizarnos en redes sociales cada vez que un video viral deja en evidencia la violencia que anida entre nuestros jóvenes.
La responsabilidad comienza por las propias protagonistas, por supuesto. Pero no termina ahí. Sus familias deben asumir el rol que les corresponde en la formación de valores y en el control de conductas. Y las autoridades —tanto municipales como judiciales y policiales— deben garantizar que los espacios de recreación no se conviertan en escenarios de barbarie.
Este no es un episodio aislado. En Traslasierra, ya hemos tenido antecedentes demasiado dolorosos como para seguir naturalizando la violencia juvenil. Basta recordar el caso de Guillermo Joel Cáceres, el chico de 17 años que en 2008 fue asesinado a la salida de un boliche en Las Tapias, solo por vestir como «flogger», una tribu urbana que por entonces estaba de moda.
El juicio, años después, dejó un sabor amargo: el único imputado fue declarado responsable, pero absuelto de pena. El mensaje que quedó flotando fue peligroso: se puede golpear y matar, y seguir libre.
Aquella vez, la familia y un grupo de vecinos marcharon más de 80 veces pidiendo justicia. Hoy, en cambio, parecemos resignados. Las peleas siguen ocurriendo, filmadas por testigos que no intervienen, y compartidas con liviandad en las redes. Como si fuera un espectáculo.
Es hora de que como comunidad pongamos un límite claro. No podemos seguir permitiendo que la violencia sea una parte aceptada de la diversión nocturna. Ni que las madrugadas de Villa Dolores terminen en peleas que pueden derivar en tragedias. No queremos más víctimas como Guillermo Cáceres.
Las fuerzas de seguridad deben redoblar esfuerzos en los operativos a la salida de boliches, los dueños de estos locales tienen que comprometerse activamente con la prevención y las autoridades municipales deben ejercer un control real sobre lo que sucede en estos espacios. Pero, sobre todo, la sociedad entera debe hacer una autocrítica: estamos fallando cuando chicos y chicas creen que resolver sus diferencias a golpes es normal.
No queremos ver otro video viral que termine con un adolescente muerto y con un juicio que deje a todos desconcertados. La prevención comienza en casa, sigue en las escuelas y se refuerza en la calle, con la acción firme de quienes tienen la responsabilidad de garantizar la paz social.
En Villa Dolores, no podemos permitir que la historia se repita. La violencia juvenil no es un espectáculo: es un problema serio que debemos enfrentar juntos, antes de que sea tarde otra vez.
• El Ciudadano.