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VIOLENCIA DE GÉNERO. Un fenómeno que no debe ocultarse “puertas adentro”

La violencia de género no es un fenómeno exclusivo de una o dos familias determinadas. No debe ser considerada simplemente como un problema de “puertas adentro”, sino como un drama socio cultural que nos afecta a todos.

Es notoria la cantidad de casos en que son judicializadas personas acusadas de delitos vinculados con la violencia familiar o de género, por ejemplo: lesiones leves, graves y gravísimas; amenazas, coacción, privación ilegítima de la libertad, violación de domicilio, desobediencia a la autoridad, femicidio, entre otros.

El Valle de Traslasierra no escapa a esta realidad que golpea y mata… Aquí se han registrado casos emblemáticos, como los de: Claudia Carrizo, asesinada a puñaladas por Gustavo Dómini en 2016, en Las Tapias; Nilda Peano, muerta a golpes en Villa Dolores por Luis Aguirre en 2021, quien luego de suicidó; y Marisol Rearte y su hija Luz Morena Oliva (foto), cuyo caso llega a juicio y tiene como imputado al femicida de Brenda Arias, Juan José Murúa.

Los hechos indican que se vive una silenciosa y dramática situación que hiere tanto a las personas individualmente como al entramado social en su conjunto.

En este contexto, prevenir siempre es lo más conveniente, sin dudas. En la praxis diaria, existen algunas “situaciones comunes” que operan como disparadores de la violencia en cierta clase de personas y que pueden servir al momento de la prevención.

Por caso, se puede traer a colación el uso excesivo de drogas ilegales y también legales, como algunos psicofármacos; la ingesta desmedida de alcohol; el abuso de estas substancias, a veces socialmente aceptadas, sumado a otras situaciones que favorecen las conductas violentas.

A ello se añade la desocupación o subocupación; el no cubrir las necesidades básicas mínimas; la promiscuidad; la falta de educación y la pérdida de interés en el futuro de la juventud; como así también la ausencia de valores familiares.

Asimismo, existen las personalidades psicopáticas de hombres que se proyectan en actos de violencia contra la mujer, cosificando a su pareja, esposa, compañera, hija, dañándolas física y psíquicamente sin remordimiento alguno.

La violencia familiar y de género debe tener como fin último la justicia. Pero este fenómeno no comienza en la denuncia ni termina en la condena. Es por ello que a esta situación que afecta cotidianamente a la sociedad se la debe enfrentar entre todos.

Cada uno, desde el lugar que ocupa en el tejido social, puede hacer algo contra este fenómeno, simplemente comprometiéndose con el prójimo y en honor a las víctimas como Claudia, Nilda, Marisol y Luz, que ya no están entre nosotros.

• El Ciudadano