Hubo un tiempo donde estuvimos todos confinados… No podíamos salir ni a la esquina y añorábamos esos momentos simples de libertad en contacto con la naturaleza. Entendimos que las cosas simples de la vida, son en realidad las más significativas.
Pues no deberíamos olvidar tan fácilmente ese tiempo que hoy nos parece lejano, aquel que requirió de una cuarentena absoluta para enfrentar el coronavirus…
La pandemia generó, entre varias cuestiones, una crisis en la relación de los vecinos con el espacio público y natural, ya que nos vimos limitados en su uso de manera radical.
Tal experiencia debería incentivarnos a apropiarnos con mayor responsabilidad de nuestro entorno, pensándolo como espacio de disfrute y de cuidado colectivo post-pandemia.
En esta época del año en la cual las temperatura se incrementan, nos vemos en la necesidad de asistir a los balnearios naturales para “escapar” del calor y poder disfrutar de las riquezas que existen a corta distancia.
Traslasierra tiene balnearios naturales y artificiales para todos los gustos. Ríos con ollas profundas y kilómetros de playas de arena, lagos de amplia extensión y gigantescas piletas… Y entre todas estas opciones, Villa Dolores cuenta con Piedra Pintada.
El tradicional “Balneario El Tubo” o “La Oreja” sigue congregando a decenas y decenas de bañistas. Además ahora, con la intervención municipal en la vera de la costanera del Río de los Sauces, los espacios de disfrute se han ampliado y ello puede apreciarse en la presencia constante de vecinos a lo largo de varios kilómetros de costa.
Donde antes no había nadie, hoy hay familias en contacto con el río. Allí podemos acceder a un oasis de frescura en el marco del intenso calor que azota a la ciudad cabecera del oeste cordobés en temporada estival.
Pero… desgraciadamente siempre hay un pero… es fundamental que los vecinos repensemos el espacio público y natural con el que contamos desde el enfoque de la interdependencia, es decir: entendiendo que el río puede nutrirse con el comportamiento de cada uno de sus visitantes.
Esta mirada nos podría permitir aprovechar el espacio público y natural desde el cuidado, con comportamientos civilizados que mejoren la experiencia cotidiana en nuestro río.
Cuidarlo es cuidarnos a nosotros mismos. El río no está separado de nosotros; por el contrario, está fuertemente unido. Protegerlo, resguardarlo, es una obligación y debiera estar naturalizada en nosotros, porque de esta forma estaremos custodiando nuestra propia casa, nuestro hábitat, preservándolo para las futuras generaciones.
En esta época, niños y grandes, turistas y vecinos locales empiezan a convivir en este espacio natural. Cientos de personas lo visitarán tanto de día como de noche, buscando escapar de la rutina y las altas temperaturas tomando unos mates a la luz del día o compartiendo alguna comida con el cielo estrellado como techo.
Lamentablemente ese movimiento siempre trae consecuencias negativas. La actividad humana, cuando no es asumida con responsabilidad, contamina. Botellas plásticas, envases de vidrio, pañales y hasta preservativos suelen ser diseminados por algunos insensatos.
Indudablemente se está ante una cuestión cultural. El desafío es grande: conjugar preservación y la actividad humana. Pero es posible si lo asumimos pensando que nos merecemos disfrutar del río, de un río tan limpio como el patio de nuestra casa. La responsabilidad es de cada uno de nosotros, ¡asumámosla!
El Ciudadano
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