En el último tiempo, la desforestación ha avanzado a pasos agigantados en esta zona de la provincia de Córdoba, al ritmo incesante de topadoras, nuevos loteos, incendios y mayor explotación agropecuaria. Y en ese marco, la falta de arbolado también se ha ido acentuando en la trama urbana, cada vez con mayor fuerza.
Durante esta semana, Villa Dolores ha vivido temperaturas excesivamente altas, al igual que gran parte del país. Este tipo de episodios extremos se producirán cada vez con más frecuencia a raíz del impacto negativo de la actividad humana sobre la naturaleza. No hay que sorprenderse si la periodicidad y el calor se intensifican.
Para hacerle frente a este fenómeno en ciudades como Villa Dolores, es necesario adaptarse aplicando una fórmula bien sabida y sumamente sencilla: crear sombras naturales mediante la forestación urbana; es decir, menos cemento en las plazas y más árboles frente de las viviendas.
Décadas atrás, las calles de Villa Dolores se caracterizaban por contar con una gran cantidad de paraísos, que con su amplio follaje brindaban sombra y frescura en el verano. Pero esta especie desapareció de la ciudad a raíz de una peste que fue acabando con cada uno de los ejemplares. Tal vez el paraíso no haya sido la mejor opción, pero al menos brindaba un servicio necesario en esta ciudad, que hoy no se cubre por la falta de árboles.
A lo largo de los años y a pesar de la importancia que tiene, no ha habido políticas gubernamentales de forestación a largo plazo, ni de sustitución de los ejemplares muertos o talados de cuajo en controvertidas intervenciones en el espacio público.
Sí ha habido algunos intentos, como lo fue un antiguo plan de “un árbol por cada nacimiento” o como lo fuera, años recientes, la plantación por parte del Municipio de ejemplares en distintos barrios de la ciudad. Pero estas tentativas no han sido suficientes para hacer frente a una necesidad en constante crecimiento.
En este marco, se produjeron también algunas controvertidas colocaciones de plantas, como por ejemplo las palmeras en el Centro Cívico, que constituyeron el símbolo de la opción por especies exóticas en vez de las nativas o autóctonas, que ya están preparadas para el clima local, requieren menor cuidado para su desarrollo y brindan servicios eco sistémicos acordes al entorno local.
Esta zona alguna vez fue un paraíso, que contaba con una enorme riqueza en su bosque nativo. La actividad humana y la falta de planificación lo fueron degradando. El monte ahora es un campo raso y en la trama urbana el pavimento se va ampliando como una telaraña, sin que junto a él se vaya sumando algo de verde.
La forestación urbana es una medida estratégica y está a la mano para frenar las consecuencias del cambio climático. Los árboles mitigan las altas temperaturas, controlan la pérdida de humedad del suelo, protegen de los vientos, capturan el dióxido de carbono, generan beneficios sociales y de bienestar.
Resulta más que nunca imprescindible una política de Estado, con continuidad en el tiempo más allá de los colores políticos de turno, para que podamos volver a sentir la fresca sombra de un árbol y los microclimas que generan. El camino es uno sólo. No hay otra solución posible. De lo contrario, el “infierno” será cada vez más real…
El Ciudadano
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