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«NATI». La lección que siempre debemos recordar

El desafío como sociedad es aprender de la historia de “Nati” y de tantas otras personas que sufren por su derecho a expresar su identidad de género y deseo sexual libremente.

La vida de “Nati”, símbolo de la identidad de género, debe dejarnos una lección a recordar por siempre, que nos permita construir una sociedad más justa, inclusiva, libre de ignorancia y violencia.

En nuestra comunidad, la diversidad sexual se ha venido construyendo en un marco de vulneración de derechos, desigualdad, silencios, prejuicios y rechazos.

Históricamente, la sexualidad de los seres humanos se ha organizado a partir de una estructura binaria que clasifica a las personas bajo las categorías varones y mujeres. Así, se vincula a la diferencia sexual anatómica, con la identidad de género y el deseo sexual y afectivo de una manera lineal. Es un blanco o negro, que no admite la amplia gama de grises…

De acuerdo a este esquema binario, una persona que nace con vulva está destinada a identificarse con el género femenino y a sentirse atraída por varones; y una persona que nace con pene, portará una identidad de género masculina y deberá sentirse atraída por las mujeres. Esta clasificación excluyente, influye negativamente en la expresión libre de la identidad de género y el deseo sexual.

“Nati” y muchas otras personas de nuestra sociedad, han tenido que plantarse a este modo binario de clasificación, tan cruelmente violento cuando no se encaja en él.

Hoy las banderas de la diversidad flamean con mayor fuerza que años atrás, pero todavía hay un largo camino por recorrer para que definitivamente se pueda incorporar y hacer efectivo el principio de respetar las diferencias en el campo de la sexualidad. Si bien ha habido importantes avances, sigue siendo una lucha enfrentar el modelo binario de clasificación de los seres humanos.  

El desafío como sociedad es aprender de la historia de “Nati” y de tantas otras personas que sufren por su derecho a expresar su identidad de género y deseo sexual libremente.

Vale la pena recalcarlo: la heterosexualidad no es la única orientación sexual y la sociedad debería ser un espacio en el cual todas las personas tengan la libertad de poder expresar su orientación sexual e identidad de género sin sufrir violencia por eso ni sentir temor a ser discriminadas o estigmatizadas.

¿Entonces, cómo podemos evitar el sufrimiento de tantos y tantas lesbianas, gays y bisexuales o personas cuya expresión o identidad de género es diferente de la que se espera de ellas y que sufren la discriminación, la burla o la exclusión de los demás? Pues bien, hay un camino: la defensa y promoción de la educación sexual integral.

Cada persona debe estar involucrada, entendiendo que las situaciones de violencia basadas en la orientación sexual o la identidad de género y sus expresiones, no son solo un tema de lesbianas, gays, bisexuales o trans. La cuestión no debe involucrar únicamente a los grupos directamente afectados, sino a toda la ciudadanía para así poder construir colectivamente una sociedad mejor.

El Ciudadano