El cierre de la Ruta Provincial 28, tras los incendios que afectaron la estabilidad de los taludes en los Túneles de Taninga, tiene a las familias de Chancaní y Las Palmas en una situación crítica. Aislados y sin respuestas claras, ven cómo su economía y calidad de vida se deterioran. Urge una intervención más ágil por parte de las autoridades para garantizar tanto la seguridad como la continuidad de la actividad turística y la conexión vial de la región.
La Ruta Provincial 28, que serpentea entre montañas y desemboca en los icónicos Túneles de Taninga, no es solo un camino. Es el eje que conecta a las comunidades del Departamento Pocho, particularmente a Las Palmas y Chancaní, con la geografía provincial y con su principal fuente de ingresos: el turismo. Desde el pasado 19 de septiembre, esta vía crucial se encuentra completamente cerrada debido al daño estructural provocado por incendios recientes, dejando a los vecinos en una angustiante encrucijada.
El problema tiene dos caras. Por un lado, las autoridades han sido claras respecto a la gravedad de la situación. Martín Gutiérrez, director de Vialidad Provincial, explicó que los incendios comprometieron seriamente la estabilidad de los taludes que bordean el camino, generando un potencial peligro de desmoronamientos. En un esfuerzo por garantizar la seguridad, se ha decidido realizar obras de reconstrucción con una inversión de 9 millones de dólares, un proyecto que, según las estimaciones oficiales, no demandará menos de seis meses.
Sin embargo, esta respuesta, aunque necesaria, deja un vacío enorme para quienes dependen de la ruta en su día a día. Las familias de este sector del Valle de Traslasierra enfrentan tanto el aislamiento, como así también el impacto económico de una actividad turística detenida. Los pequeños comercios, alojamientos y emprendimientos locales ven caer sus ingresos mientras esperan soluciones que, hasta ahora, se sienten lejanas.
La frustración de los vecinos es palpable. Una comerciante de la zona expresó con amargura: «Hace dos meses que estamos con un camino cerrado, donde nadie nos sabe decir por qué. Hablan de una obra que va a durar dos años». Su testimonio pone de manifiesto el desconcierto y la desinformación que reina en la comunidad.
Aunque la magnitud técnica de las obras es innegable, resulta incomprensible que no se hayan implementado soluciones transitorias o vías alternativas para mitigar los efectos del cierre. Este lugar no puede permitirse quedar completamente desconectado durante medio año o más. Este aislamiento golpea directamente a quienes menos tienen y pone en jaque la economía de toda una región que ya lidia con otras postergaciones históricas.
Desde el punto de vista institucional, la falta de planificación preventiva es un factor que agrava la situación. ¿Por qué no se realizaron controles más exhaustivos sobre el estado del camino antes de los incendios? ¿Por qué se demoró tanta en habilitar las obras? Estas preguntas reflejan una sensación compartida por los vecinos: la percepción de abandono por parte de las autoridades.
Mientras tanto, el turismo, que es la principal actividad económica de la región, se encuentra paralizado. Los Túneles de Taninga, con su belleza natural y su valor histórico, son un imán para los visitantes, pero hoy se han convertido en un símbolo del aislamiento. Cada día que pasa sin soluciones concretas significa más pérdidas económicas y un daño difícil de revertir para la reputación turística del Departamento Pocho.
Es imperativo que las autoridades provinciales actúen con celeridad. Si bien la seguridad debe ser la prioridad, existen medidas que podrían aliviar la situación mientras las obras avanzan: habilitar caminos alternativos, establecer subsidios o incentivos para los comerciantes afectados y, sobre todo, garantizar una comunicación fluida y transparente con la comunidad.
Desde El Ciudadano, hacemos un llamado a los responsables de esta obra para que asuman su compromiso con la región. No es suficiente decir que «las tareas demandarán al menos seis meses». Es necesario trabajar para que este período sea un tiempo de reconstrucción, no de abandono.
Chancaní y Las Palmas no merecen quedar atrapadas en una espera interminable. Sus habitantes necesitan respuestas, y las necesitan ahora. Esta comunidad, que vive al ritmo de los paisajes serranos, no puede seguir siendo testigo de cómo su futuro se desvanece por la indiferencia. La urgencia es clara: reconstruir el camino y, con él, devolver la esperanza a toda una región.
• El Ciudadano.