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CRESCENCIO. El poeta y sindicalista local perseguido por los militares

Crescencio Perfecto Vergara nació el 20 de enero de 1927 en Las Tapias. Siendo hijo de Salomón Atala y de Saturnina Marina Vergara. Con su esposa Elba Margarita Ponce tuvo siete hijos, con los cuales fue muy unido. Además, varios nietos y bisnietos.

Por circunstancias económicas adversas, comenzó a trabajar a los nueve años. Se desempeñó como panadero, llegando a ser maestro en panadería. En este marco, integró la Central General de los Trabajadores (CGT) como secretario de los Panaderos y subdelegado regional.

Sufrió en 1955 las consecuencias de la Revolución Libertadora, que derrocó a Juan Domingo Perón para instaurar un régimen militar encabezado por Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu.

Como otros sindicalistas, Crescencio fue perseguido por los militares y los comandos paramilitares. En un diálogo con el Semanario EL CIUDADANO, aseguraba que a diferencia de lo que cree la ciudadanía local, hubo una intensa persecución en Villa Dolores. “Se trata de una historia que aquí aún no se ha contado”, puntualizaba a este medio.

Crescencio tenía un mal recuerdo de los gobiernos militares que azotaron al país, tanto de la Revolución Libertadora, de la época de Juan Carlos Onganía como la de la Dictadura Militar instaurada entre 1976 y 1983. Recién con la llegada de la democracia, “me pude sentir tranquilo”, confiaba a EL CIUDADANO.

Vergara tuvo la oportunidad de ingresar al Ferrocarril General Mitre, donde trabajó durante 31 años. Allí, llegó a la escala 19, como telefonista en lo que era el depósito más grande de Sudamérica. Luego, conseguiría traslado al Ferrocarril San Martín, en Villa Dolores.

Crescencio descubrió su amor por las letras a los 18 años, influenciado en cierta medida por su padrino Albino Suarez Gómez, un poeta no vidente. Es un escritor publicado que firmaba como “Juan” todo lo que escribe, porque al momento de recibir la confirmación, la Iglesia lo nombró erróneamente como Juan.

Antes de su fallecimiento, Crescencio recibía a EL CIUDADANO en su hogar, oportunidad en la que hablaba de su vida y de sus deseos:

– ¿Luego de tantos años de lucha, qué lo ha marcado en la vida?

– De manera negativa, me dejó una huella la Revolución Libertadora. Una marca muy seria y profunda porque afectó mucho a mi familia, además de mí. Generó mucha tristeza.

En lo positivo, me marcó el ingreso al gremialismo. Me movilizó la defensa de mis compañeros, de la gente humilde, al hacerme cargo del gremio de los panaderos, que era muy sufrido.

– ¿Qué es lo que más le gusta hacer?

– Me gusta la carpintería. He hecho varios cursos. Es algo que me encanta y que me salvó en muchas situaciones de mi vida. Recuerdo que cuando estaba en Buenos Aires y trabajaba en el ferrocarril, me sirvió bastante.

He estado siempre tratando de aprender algo, tanto es así que lo último que hice fue un curso de gasista. Constantemente busco qué hacer. Soy muy inquieto en ese sentido.

Además, es una satisfacción para mí integrar comisiones, como lo es por ejemplo Tardes de Biblioteca Sarmiento y la Sociedad Sirio Libanesa.

– ¿De no haber sido panadero, ferroviario y gremialista, qué otra cosa le hubiera gustado ser?

– Me hubiese gustado estudiar. Como mi padre falleció y mi madre era muy pobre, no pude hacerlo. No pude estudiar nada. Podría haber sido médico o ingeniero o cualquier otra cosa.

– ¿Conforme con la vida?

– Sí. Estoy muy agradecido de la vida y de Dios, porque soy creyente. Agradezco por mis siete hijos, nietos y bisnietos. Con la tristeza de que mi esposa falleciera.

– ¿Cuál es su deseo?

– Anhelo que el país se encuadre en una situación que favorezca en todo sentido a los ciudadanos, a cada uno de los habitantes de la Patria, principalmente a los que menos tienen. Que Argentina emprenda un camino de progreso y felicidad para el pueblo, como lo soñaron los antepasados.

El Ciudadano

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