El juez Santiago Camogli salió al cruce de acusaciones de violencia institucional realizadas por integrantes de la Mesa de Derechos Humanos de Traslasierra en el marco del reciente juicio a Sergio Emanuel Zosso, quien recibió una pena de 4 años y medio de prisión.
Zosso, la semana pasada, fue declarado autor penalmente responsable de los delitos de hurto simple, lesiones graves y agresión con toda arma agravada por el vínculo, al acuchillar a su tío abuelo estando bajo los efectos del alcohol. El hecho ocurrió en una venta de pollos asados situada en calle Presidente Perón, lindante con la oficina comercial de una aseguradora.
Sergio Edgardo Zosso, el padre del condenado, visitó días atrás la redacción de El Ciudadano para poner de manifiesto su descontento con la sentencia y con la cobertura del caso realizada en medios de comunicación locales.
Los hizo junto a Micaela Manzone y Rocío Lázaro, integrantes de la Mesa de Derechos Humanos de Traslasierra, quienes comentaron que acompañaron a la familia durante el proceso judicial, al constatar, desde su particular visión, que hubo “violencia institucional” desde la Justicia.
“En una publicación de ‘El Ciudadano’ las integrantes de Derechos Humanos dicen algunas cosas que son muy graves y que no pueden ser dejadas de lado. La familia dice que el joven estaba alcoholizado al punto tal de ser inimputable, que los informes técnicos fueron incorrectos e irregular el procedimiento. La Mesa avala todo eso indicando que existe animosidad y violencia institucional, afirmándolo con total irresponsabilidad”, declaró Camogli, al tiempo que respondió:
-¿Le preocupa puntualmente la actitud o postura de la Mesa de Derechos Humanos?
-Me preocupa que se genere en la sociedad una idea de que en Tribunales se condena a personas inimputables, que se tire esa barbaridad con total irresponsabilidad, hablando de violencia institucional. Es muy preocupante. Se trata de un señalamiento grave sin ningún tipo de pruebas.
Además marcan que han advertido otras causas en las cuales no se considera la salud mental de los procesados, pero no dicen cuáles son. Estamos ante acusaciones carentes de contenido, grandilocuentes, que provienen de integrantes de una Mesa que tiene prestigio en el Valle de Traslasierra y cuando mucha gente toma por cierto todo lo que lee.
-Le llama mucho la atención la situación.
-Sí. Me pregunto cuál es la finalidad, porque alguna tiene que haber. Nadie miente sin una finalidad. No sé cuál es. Pero alguna hay, es claro.
Los peritos de la causa fueron interrogados, la extracción para los análisis de sangre fue impecable y los plazos en los cuales la muestra es apta para análisis se respetaron. Además, la psicóloga y psiquiatra forense determinaron que el acusado es imputable, es decir que responde por los hechos cometidos, comprendió lo que estaba haciendo, dirigió sus acciones y pudo estar en un juicio.
Este equipo técnico que intervino es el mismo de la causa de Roberto Clavero y Analía Montenegro, y que determinó que estos eran imputables y que la víctima no fabulaba, mentía ni confabulaba. ¿Entonces, este equipo pasa de ser apto en el caso de Clavero y violento a los 15 días en otra causa?
En este caso se ha invocado violencia institucional cuestionando los informes técnicos realizados por las mismas personas que eran aptas en otro juicio. ¿Cuál es el parámetro para decir que está bien y que está mal?
Nos podemos equivocar, pero decir que hay violencia institucional por animosidad en contra del imputado no es verdad. Jamás había visto en mi vida al imputado hasta el día del juicio. ¿Cómo uno se puede enojar con alguien que no conoce?
-¿Ha tenido contacto con la Mesa de Derechos Humanos? ¿Planea hacerlo?
-No planeo hacerlo en absoluto. Alguien que realiza esas afirmaciones no tiene interés de diálogo. Salen a decir que se condenó a un inimputable, sin ninguna prueba; que hay otras causas en donde no se toma en cuenta la salud mental, sin mencionarlas; salen a refrendar lo que dice una persona, dándole veracidad; todo esto, evidentemente, te pone en un lugar donde no hay diálogo posible.
Las integrantes de la Mesa dicen que acompañaron en el proceso, pero no estuvieron cuando la víctima dijo que el acusado le tiró (un cuchillazo) a degollar. No estuvieron. Sinceramente, y no es ironía, cuando me dijeron que personas de Derechos Humanos estaban interesadas en el caso, pensé que era por la víctima, la cual tiene una herida que le afecta el movimiento del párpado y otra que por pocos centímetros no le afectó el pulmón.
-¿Ve una contradicción en este sentido en Derechos Humanos: defender lo que en teoría no deberían defender?
-Humanos somos todos. Incluso los jueces, aunque a algunos les cueste reconocerlo. Derechos humanos tenemos todos, no hay nada que digan quien tiene más o menos. Aquí noto la contradicción de cuestionar los equipos técnicos. No hay argumentos. Parece una cuestión de gusto personal el dejar sentado que se condena a inimputables y hablar de violencia institucional. Es gravísimo.
Y un párrafo aparte merece la grave acusación hecha a la secretaria de la Cámara Nancy Funes. Ella fue apartada, a su pedido, de la causa debido a la violencia que recibía en la barandilla por parte de los familiares del imputado. Decir que ella ejerció violencia es una calumnia.
-¿Cree que Derechos Humanos va en contra del Poder Judicial de Villa Dolores?
-Yo no cuestiono la política de derechos humanos, ni porque elijen una causa y no otra. La decisión es de ellos. A mí me parece gravísimo que se cuestione una resolución si ningún fundamento, que se ponga en duda lo que se resuelve sólo porque se les ocurre. Y que se tire con total liviandad una acusación de violencia institucional y que no se respeta la salud mental.
No sé cuál es la finalidad, pero hay una; mentir así no es gratis. Respeto el malestar del papá del imputado. Es el padre de una persona condenada y no se puede pretender que esté contentó. No me ofendieron en el juicio, ni viví una situación incómoda.
El día del veredicto de Clavero, una de las integrantes de la Mesa me saludó y me aplaudió a la salida de Tribunales; me felicitó por el juicio. Y me fui pensando que en cualquier momento iba a haber algo que no les gustara y que por ende pasaría a ser el anticristo. Transcurrieron sólo 15 días para que eso sucediera. Me sorprende el cuestionamiento, más aún cuando la gente lo que verdaderamente espera es que estemos al lado de la verdadera víctima.