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El corazón de Traslasierra late al ritmo de la fe brocheriana

Cada año, cada mes, y casi cada día, los caminos del Valle de Traslasierra se ven recorridos por almas que avanzan en silencio, entre rezos, lágrimas, agradecimientos y promesas. No son simples caminantes. Son peregrinos. Y no vienen solos: los guía la figura del santo que hizo carne la fe en tierra adentro, el Cura Brochero.

José Gabriel del Rosario Brochero, aquel cura de mula y poncho, transformó el destino de su pueblo en el siglo XIX y, cien años después, continúa movilizando multitudes con su ejemplo, su legado y su poderosa intercesión. Lo que se vive en Villa Cura Brochero y sus alrededores no es únicamente devoción: es una forma de vivir la fe.

Un movimiento que no se detiene

Ya sea en la tradicional peregrinación anual de enero, en las caminatas organizadas por grupos parroquiales o en los recorridos personales de quienes eligen transitar las huellas del santo, el espíritu brocheriano se hace presente constantemente. El caso de los Peregrinos Unidos por Brochero, que el pasado 18 de mayo arribaron al Santuario (foto) tras recorrer tramos del antiguo camino del Cura Gaucho, es solo uno entre tantos.

Cada historia detrás de un peregrino es un testimonio de fe viva: madres que caminan por la salud de sus hijos, jóvenes que buscan orientación, adultos que agradecen una gracia recibida. Todos convergen en el mismo lugar: el santuario que guarda el corazón de Brochero, donde las intenciones se hacen rezo y las lágrimas se confunden con el viento serrano.

Una tierra marcada por la espiritualidad

En Traslasierra, la presencia de Brochero no se mide únicamente por la imagen que lo representa o por las reliquias que descansan en su iglesia. Se respira en el aire, se palpa en la solidaridad de su gente, se transmite en cada gesto de servicio. Su obra dejó escuelas, caminos y fe. Pero, sobre todo, dejó una identidad profunda que trasciende lo religioso: una forma de encontrarse con el otro.

Desde que fue canonizado en 2016 por el Papa Francisco, el flujo de fieles y visitantes creció notablemente, convirtiendo a Villa Cura Brochero en uno de los destinos de peregrinación más importantes del país. Pero más allá del turismo religioso, lo que permanece es el mensaje: una fe con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.

Más que un santo, un símbolo

Brochero sigue generando una “movida” que no tiene fecha en el calendario ni límite geográfico. Es fe en acción. Es comunión. Es la certeza de que, aún en tiempos difíciles, hay un camino que se puede transitar con esperanza.

Los brocherianos lo saben. Los peregrinos lo sienten. Y el Valle de Traslasierra, una y otra vez, abre sus brazos para recibirlos. Porque aquí, la fe no es una visita: es casa.