Recientes hechos de violencia de género registrados en nuestra región, particularmente en las localidades de Villa Sarmiento y San Lorenzo, revelan una realidad dolorosa que no podemos seguir ignorando. Estos casos, en los que mujeres y hombres son víctimas y victimarios dentro de un sistema social que, aunque ha avanzado en ciertos aspectos, sigue fallando en la erradicación de la violencia de género, nos enfrentan a la urgente necesidad de una respuesta más firme y efectiva. Los comportamientos de abuso, maltrato, amenazas y agresiones siguen marcando la cotidianidad de muchas personas, y especialmente de las mujeres, que a menudo se ven atrapadas en ciclos de violencia que parecen no tener fin.
El caso sucedido en Villa Sarmiento, es un ejemplo claro de la violencia física y psicológica que muchas mujeres padecen en el ámbito doméstico. Un hombre de 50 años (foto) fue aprehendido luego de ingresar por la fuerza al hogar de su expareja y amenazarla de muerte. La intervención policial no solo permitió evitar un daño mayor, sino que también reveló una vez más las condiciones de vulnerabilidad en las que muchas mujeres viven día a día. Además, el hecho de que dos efectivos policiales resultaran lesionados durante el forcejeo muestra la magnitud del peligro que enfrentan las víctimas y quienes intentan protegerlas. Las mujeres que atraviesan situaciones de violencia a menudo sienten que no pueden escapar, que no hay protección suficiente y que el sistema judicial, en ocasiones, no responde con la celeridad necesaria.
En este contexto, el caso de San Lorenzo también resalta la gravedad de la violencia de género. Un hombre de 33 años fue detenido en la madrugada tras agredir físicamente a su pareja. Este tipo de agresiones, que ocurren en la intimidad del hogar, son uno de los ejemplos más trágicos de la violencia sistemática que sufren muchas mujeres, y también de la falta de efectividad de las medidas de protección que deberían garantizar su seguridad. Los casos de violencia de género en el ámbito familiar no afectan únicamente a las mujeres, sino que también dejan secuelas en los hijos, en los familiares cercanos y en toda la comunidad. La violencia doméstica no es un simple problema privado, es un problema público que afecta a la estructura social de manera profunda.
Lo que estos casos nos muestran, más allá de las diferencias en los hechos, es que la violencia de género no puede seguir siendo tratada como un problema aislado, ni mucho menos minimizado o justificado por prejuicios sociales. El maltrato hacia las mujeres, en sus diversas formas, sigue siendo uno de los mayores flagelos de nuestra sociedad. En Traslasierra, estos incidentes reflejan una realidad que ya no podemos seguir ignorando. La violencia de género sigue siendo un problema que afecta a nuestras vecinas, madres, hermanas e hijas, y que tiene repercusiones en las víctimas directas, como así también en toda la comunidad.
En este contexto, resulta significativa la postura adoptada por algunos sectores políticos, como la de Javier Milei, quien ha dejado en claro en múltiples ocasiones su rechazo hacia lo que denomina «ideología de género». Al referirse específicamente al feminicidio, su cuestionamiento recae sobre el agravamiento de las penas debido al género de la víctima, lo que interpreta como una desigualdad jurídica. Esta postura forma parte de una visión política que busca reducir al mínimo la intervención estatal y deslegitimar movimientos sociales que, según él, promueven privilegios en lugar de derechos. En este sentido, el ministro de Justicia argentino, Mariano Cúneo Libarona, ha anunciado que el Gobierno eliminará la figura del feminicidio del Código Penal y ha argumentado que “el feminismo es una distorsión del concepto de igualdad”. Esta medida se inscribe en una ofensiva contra las políticas públicas de atención y protección a las mujeres, lo que es visto por varios sectores como un retroceso alarmante en la lucha por los derechos de las mujeres.
Esto puede ser peligroso. El feminicidio no es un «privilegio» para las mujeres, sino una categoría legal que responde a la violencia extrema que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo. La lucha por la igualdad de género no busca otorgar privilegios, sino garantizar que las mujeres tengan las mismas oportunidades y derechos que los hombres, sin el temor constante de ser víctimas de violencia. La eliminación de la figura del feminicidio del Código Penal sería un retroceso histórico que no solo desprotegería a las mujeres, sino que también daría luz verde a los agresores para continuar con sus actos sin una respuesta legal que contemple el contexto de género que los sustenta.
La violencia de género debe ser abordada con urgencia y responsabilidad. No basta con la denuncia, hace falta un cambio profundo en la cultura social, en las instituciones encargadas de garantizar la protección de las víctimas, y en las leyes que deben ser cada vez más inclusivas y eficaces. La sociedad necesita dejar de mirar hacia otro lado y asumir que la violencia de género es un problema de todos, que no se resolverá solamente con palabras, sino con hechos concretos que aseguren la seguridad, la dignidad y los derechos de todas las mujeres. Es momento de actuar, es hora de construir una sociedad en la que la violencia de género no sea tolerada y las mujeres puedan vivir en paz, al tiempo que el feminismo deje de ser usado por algunas personas como una bandera distorsionada para avanzar a toda costa contra el género opuesto en busca de venganzas. La lucha por la igualdad de género debe ser el reflejo de un compromiso colectivo con el respeto y la justicia.
• El Ciudadano.

