Más allá del anuncio oficial, el nuevo puente vado abre una discusión necesaria sobre integración territorial, identidad compartida y la transformación cotidiana de dos comunidades que históricamente convivieron separadas por la falta de infraestructura segura.
Cuando una obra pública se anuncia, la conversación suele centrarse en los metros de hormigón, los montos de inversión y los plazos estimados. Pero en Villa Sarmiento y Villa Dolores la noticia sobre la construcción de un nuevo puente vado despertó algo que trasciende la ficha técnica: despertó un sentimiento de pertenencia y expectativa que tiene raíces profundas en la vida diaria de quienes durante años debieron organizar su rutina entre las localidades situadas a los márgenes del cauce del Río de los Sauces.
No se trata simplemente de mejorar la transitabilidad, ni siquiera de conectar dos poblaciones separadas por unos pocos kilómetros. Para los habitantes, la obra representa la posibilidad de normalizar lo cotidiano: acceder a un turno médico de forma más directa, garantizar que los chicos lleguen a la escuela y regresen sin sobresaltos, o simplemente no quedar limitados al único puente existente cuando una lluvia dificulta de manera abrupta la circulación.
El proyecto, valorado en $2.500 millones, promete solucionar una demanda histórica, pero también evidencia algo más: la manera en que las comunidades pequeñas conviven con infraestructuras precarias que condicionan su desarrollo. Detrás del anuncio hay años de reclamos y de soluciones improvisadas.
Los dichos del gobernador Martín Llaryora durante su reciente visita resonaron con fuerza en un contexto donde la política suele presentarse como un espacio de confrontación: “Es muy lindo cuando en vez de insultar y cavar trincheras, lo que construimos son puentes y podemos trabajar juntos”. En este caso, el mensaje se leyó menos como un slogan y más como una valorización de la cooperación institucional, algo que los vecinos reconocen como indispensable para llegar a esta instancia.
El intendente de Villa Sarmiento, Sergio Cufré, puso en palabras esa percepción: un puente puede parecer una obra técnica, pero para la comunidad implica oportunidad, movilidad y seguridad. Lo mismo remarcó el director de Vialidad Provincial, Martín Gutiérrez, quien subrayó que el nuevo vado resolverá un problema estructural: dejar atrás la dependencia del clima y garantizar un flujo estable entre ambas localidades.
El puente vado tendrá una longitud total de 56 metros, conformado por siete vanos de 8 metros cada uno. La estructura contará con una calzada vehicular de 7,30 metros de ancho y una vereda peatonal de 1,65 metros, ubicada del lado aguas abajo. También incluirá cordones de defensa vehicular y un cordón de borde peatonal, garantizando un tránsito seguro para automóviles y peatones.
En definitiva, el puente vado entre Villa Sarmiento y Villa Dolores es, sobre todo, un símbolo. Del avance, sí, pero también de la vida cotidiana de un territorio que debe apostar por integrarse y crecer. Porque a veces, la infraestructura más importante no es la que se construye sobre el cauce de un río, sino la que fortalece los vínculos entre quienes la transitan.

