Rafael Horacio López fue esposo, padre, amigo y poeta. Un ejemplar defensor y promotor de la cultura y un escritor publicado reconocido por sus pares.
Nació el 25 de septiembre de 1931 en Nono. Siendo hijo de Segundo López y Clara Rosa de López, a quienes recordaba con esta cuarteta: “Don Segundo y Doña Clara/Me enseñaron a soñar/Tomaditos de la mano/Por los cielos andarán”.
De Nono se trasladó al Cañaveral, donde vivían sus abuelos, y con los años a Las Encrucijadas.
Cursó sus estudios primarios en Villa Dolores y los secundarios en la Escuela Normal Dalmacio Vélez Sarsfield, recibiéndose de maestro.
Tenía intenciones de estudiar Abogacía, pero no pudo hacerlo porque los recursos eran escasos y su padre había quedado sin trabajo en la chacra experimental del INTA, en Villa Dolores.
Ante esta realidad, se radicó por un año en Buenos Aires donde trabajó como maestro.
Después volvió a Córdoba para cumplir con el servicio militar. Luego consiguió un cargo de docente en Ámbul, en el Departamento San Alberto, donde estuvo trabajando durante 17 años.
Posteriormente, rindió un examen de oposición para trasladarse a Villa Dolores, pudiendo así radicarse definitivamente en la ciudad.
En 1983 rindió como director para la Escuela General San Martín, donde finalizó su actividad docente.
Rafael Horacio López fue uno de los miembros fundadores de Tardes de la Biblioteca Sarmiento en 1958, institución creadora del Encuentro Internacional de Poetas.
Se casó con Leila Cáceres, con quien tuvo tres hijos.
Años antes de su fallecimiento, el “Rafa” López mantuvo un diálogo con EL CIUDADANO, oportunidad en la cual habló de su vida:
– ¿Quién ha sido la persona que más lo ha marcado?
– La humildad de mi padre Segundo López. Él me influenció e impactó mucho. Hizo que yo imitara su modo tan humilde de ser, de trabajar y de vivir dignamente a pesar de los escasos recursos.
También me influenció Oscar Guiñazú Álvarez, quien me invitó a formar parte de Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Él me acercó al movimiento cultural, tanto es así que cuando vivía en £Ámbul, viajaba todos los viernes a Villa Dolores para trabajar en la cultura.
Guiñazú Álvarez fue una persona muy participativa. Viajamos mucho por el país y el exterior leyendo poesías, llevando nuestras creaciones y fundando el Encuentro Internacional de Poetas. Influyó muchísimo en mí.
– ¿Qué es lo que más le gusta hacer?
– Escribir poesías y la literatura infantil. Me gustan muchos los poemas y los cuentos infantiles. También me gusta la prosa, pero más la poesía, la que estudio tratando de aprender más.
– ¿De no haber ejercido su profesión, qué otra cosa le hubiera gustado ser?
– Mi ambición era seguir estudiando al terminar el secundario. Yo egresé en 1951 como maestro. Hubiera querido ser otra cosa, como por ejemplo abogado. Intenté seguir pero la necesidad de trabajar al mismo tiempo me lo impidió. Pero estoy contento con lo que soy. Incluso sigo trabajando para los niños, ya que siempre visito las escuelas promoviendo la lectura. Nunca dejé la docencia y hasta hay alumnos que van a mi casa a preguntarme cosas y a conversar conmigo.
– ¿Conforme con la vida?
– Sí, muy conforme. Me siento identificado con lo que hago y lo hago con gusto. Además llevó más de medio siglo de casado con mi señora. Hemos trabajado juntos en la docencia y en todo lo que sea relacionado con los niños. Eso me ha llevado a ser muy feliz. ¿Qué más puedo pedir? Soy rico en ese sentido.
– ¿Cuál es su deseo?
– Tratar de llegar a conocer más profundamente la literatura, a la poesía sobre todo. Quiero tener mayor cantidad de conocimientos para poder transmitirlos a los niños. Pensaba crear una escuelita de poesía para los chicos, pero desgraciadamente Tardes de la Biblioteca Sarmiento no tiene local.
Archivo EL CIUDADANO
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