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EN LA MIRA: ¿Cualquiera entra a la Policía de Córdoba?

Ser policía es para muchos jóvenes la posibilidad de contar con un trabajo bien remunerado en un país donde el empleo formal es extremadamente escaso. Desde hace tiempo, la alternativa de ingresar a la fuerza de seguridad se ha convertido en una de las más consideradas y buscadas, sin importar la existencia de un deseo profesional real, sino el anhelo de poseer un sueldo, aportes y obra social.

A lo largo de los últimos años, un sin número de casos de violencia institucional y de policías poco calificados han invadido las redacciones de los diarios y han puesto en debate la verdadera calidad de la Policía de Córdoba, como así también de los hombres y mujeres que la integran.

Basta con recordar el caso del adolescente Blas Correa, que fue asesinado en un control vehicular en la ciudad de Córdoba al recibir disparos policiales. O el crimen de Joaquín Paredes, quien murió de un disparo policial en un descampado de Paso Viejo, un pueblo del noroeste provincial. Dos jóvenes e inocentes vidas apagadas por el gatillo fácil, por policías incompetentes y criminales, que jamás deberían haber integrado la fuerza de seguridad.

A estos ejemplos puede agregarse un lamentable hecho ocurrido recientemente en la ciudad de Córdoba: Maira Barreto, una agente de 32 años, empleó su arma para matar a su hijo de 11 años e intentó acabar con la vida de su hija de 6, que logró salvarse de milagro. A la mujer le habían retirado el arma en marzo y se la restituyeron en octubre de este año. Tenía antecedentes psiquiátricos y aun así portaba armamento.

Estas circunstancias ponen en tela de juicio los exámenes psicológicos y las exigencias que se establecen para ingresar a la Policía de Córdoba. A los ciudadanos nada les garantiza que los policías que debieran protegerlos, estén realmente capacitados para hacerlo. Al contrario, estos tres hechos de sangre ponen en evidencia que en las filas policiales hay personas que no debieran estar. ¿Cuántos más como ellos habrá aún en la fuerza?

Las víctimas ya no están con sus familias, que viven sumidas en el dolor y el pedido de justicia.

La sociedad cordobesa merece que una Policía con personal competente y profesional, que preserve la vida antes de darle un cruel final. Seguramente hoy cientos de hombres y mujeres brindan de forma correcta, profesional y anónima su servicio, pero lamentablemente, entre ellos, hay personas que no merecen portar el uniforme y mucho menos un arma.

Tristemente ello seguirá ocurriendo en la medida en que las exigencias para ingresar a la fuerza sean livianas y cumplibles por cualquiera, y en la medida en que la institución no alcance un mayor grado de profesionalismo tanto en la faz técnica y operacional, como así también en lo estrictamente humano. De no haber cambios reales, los casos seguirán aconteciendo.

• El Ciudadano