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El valor estratégico del nuevo Acueducto Traslasierra y el mapa hídrico que viene

La inauguración de las dos primeras etapas del Acueducto Traslasierra marca un hito técnico: redefine la relación de la región con el agua, anticipa un cambio profundo en la planificación urbana y turística, y abre interrogantes sobre cómo deberán adaptarse los pueblos a un recurso que, por primera vez en décadas, llegará con previsibilidad.

La crónica del acto inaugural ya quedó registrada: discursos, cifras, autoridades y localidades beneficiadas. Pero lo verdaderamente sustancial —especialmente en un ciclo informativo que avanza con velocidad— es dimensionar el cambio estructural que esta obra implica para el Valle de Traslasierra. Un acueducto de más de 80 kilómetros que abastecerá a 110.000 habitantes no es solo ingeniería: es una reescritura del futuro.

En una región donde la temporada alta duplica la población flotante, el agua dejó hace tiempo de ser un asunto técnico para convertirse en una preocupación social y cultural. Cada verano repite el mismo cuadro: sistemas locales que colapsan, perforaciones saturadas, cisternas improvisadas, cortes programados y un estrés hídrico que afecta tanto a los residentes como al motor turístico del valle. En ese contexto, disponer por primera vez de un suministro centralizado, estable y capaz de absorber picos de demanda es una novedad que excede lo administrativo.

Una agenda pública que se redefine

El acueducto no solo democratiza el acceso al recurso: reordena la agenda pública. Desde ahora, los municipios deberán revisar planes urbanos, estrategias de crecimiento, políticas de loteo y, sobre todo, la gestión de un recurso que ya no puede asumirse como garantía natural del paisaje serrano. El agua se convierte en infraestructura estratégica, y esa transición exige un nuevo pacto entre municipios, vecinos y sector privado.

Los intendentes lo entienden. Lo reflejaron en sus testimonios: algunos con alivio, otros con la mirada puesta en las oportunidades que se abren. Un recurso constante cambia todo: permite planificar obras postergadas, habilita inversiones que requieren previsibilidad, sostiene emprendimientos turísticos que dependen del verano y reduce la vulnerabilidad en épocas de sequía. El propio gobernador Martín Llaryora lo sintetizó: esta obra mejora la calidad de vida y habilita un crecimiento sostenible.

La obra inaugurada

Las dos primeras etapas del Acueducto Traslasierra transforman el abastecimiento de agua potable en los departamentos San Javier y San Alberto. Con más de 80 kilómetros de extensión y una capacidad proyectada de 110 mil habitantes, el sistema toma el recurso del embalse La Viña y lo distribuye de manera centralizada, reforzando el suministro en épocas de sequía y durante los picos de la temporada turística.

La inversión provincial supera los 41.500 millones de pesos y constituye, según el gobernador, “el acueducto más extenso ejecutado en los últimos años”. En el acto realizado en el Dique La Viña, Llaryora destacó que la obra integra el Plan de Igualdad Territorial, destinado a reducir brechas de desarrollo mediante infraestructura estratégica.

Localidades beneficiadas

Las etapas 1 y 2 tienen por fin abastecer a Nono, Las Calles, Las Rabonas, Los Hornillos, La Población, La Travesía, Villa Dolores, Villa de Las Rosas, Las Tapias, San Javier, Yacanto, La Paz, Luyaba y diversos parajes del corredor. La tercera etapa, ya licitada, permitirá realmente poner en práctica el servicio en toda la región.

El proyecto incluyó captación, potabilización, un acueducto troncal de 26,9 km, una red de distribución superior a 66 km y la construcción de nuevas cisternas que fortalecen las reservas locales, buscando una mejora estructural en la calidad de vida en Traslasierra.

La tercera etapa: lo que viene

La tercera etapa, recientemente licitada, añade un nuevo capítulo. Incluye derivaciones desde el acueducto principal hacia predios de almacenamiento, construcción de cisternas de hormigón, tanques elevados, perforaciones complementarias, sistemas de bombeo, equipos de cloración y obras de infraestructura básica como iluminación, energía y cerramientos.

También incorporará un sistema de automatización que integrará las estaciones de bombeo al monitoreo central en la planta potabilizadora del Dique La Viña, junto con caudalímetros instalados estratégicamente.

Una reflexión pendiente para el valle

Más allá de lo técnico, el acueducto obliga a una reflexión largamente postergada: ¿cómo crecer sin comprometer el recurso que sostiene la vida y el turismo? El paisaje de Traslasierra es un imán, pero también una responsabilidad. La obra trae alivio, pero no reemplaza la necesidad de un consumo responsable, normas actualizadas, controles sobre los loteos y una mirada común hacia el futuro.

Este acueducto es histórico, sí. Pero su impacto dependerá de lo que municipios, vecinos y sector turístico hagan con él. El agua estará disponible. Ahora corresponde definir, entre todos, el modelo de desarrollo que permita que Traslasierra crezca sin perder aquello que la define.