Los planes asistenciales, en su mayoría, nacieron con el loable fin de acompañar a los argentinos vulnerables en un momento de extrema crisis social y económica. Con el tiempo, una vez superadas las dificultades, estos desaparecerían al dinamizarse el mercado de trabajo. Sin embargo, la realidad indica que el asistencialismo se multiplicó por cinco.
Bajo la denominación de “planes” se incluyen dos tipos de beneficios no contributivos, es decir, beneficios para gente que no hace aporte porque no tiene un empleo formal.
Por un lado están los que tienen condiciones de elegibilidad reguladas objetivamente y son administrados por ANSES. Estos son la Asignación Universal por Hijo, las moratorias previsionales y el Progresar.
Por otro lado están los que se reparten desde el Ministerio de Desarrollo Social bajo reglas subjetivas que dan pie a la discrecionalidad. Son principalmente los planes alimentarios y el Plan Potenciar Trabajo.
También se encuentran las pensiones no contributivas por invalidez, que son un caso especial. Proliferaron discrecionalmente desde el Ministerio de Desarrollo Social y luego fueron traspasadas a la ANSES.
Según datos de los Presupuestos Nacionales, difundidos por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) en un reciente informe, se observa que en el 2002 había 2,9 millones de beneficios no contributivos, en el 2012 había 9,4 millones y en el 2022 se llegó a unos 14,1 millones.
Estos datos muestran la impresionante expansión de los beneficios no contributivos: desde la crisis del 2002, a lo largo de dos décadas, prácticamente se quintuplicaron.
Tal como sostiene IDESA de esta breve historia del asistencialismo se deduce que es voluntarista plantear ponerle plazo a los “planes” o transformarlos en empleos de calidad. Es que su existencia y multiplicación, más allá de los intereses espurios que se filtran en su gestión, se fundamenta en la falta de buenas oportunidades de trabajo.
La salida de la proliferación del asistencialismo pasa por instaurar políticas de Estado que permitan una masiva y sostenida generación de empleos de calidad. La población argentina merece contar con la dignidad que solamente el laburo registrado brinda. Ésta es una cuenta pendiente no sólo del oficialismo y la oposición, sino también de todos los sectores ligados a la producción.
• El Ciudadano