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Ardanaz, el vecino que escribió una conmovedora historia de superación

Lo mejor que tiene Villa Dolores es su gente, vecinos de bien que da gusto encontrarlos en la calle día tras día… Un claro ejemplo de ello ha sido Víctor Hugo Ardanaz, quien falleció días atrás y dejó una historia de vida marcada por el trabajo y la honestidad.

Nació el 30 de diciembre de 1952 en Villa Dolores. Hijo de Miguel Ardanaz y Raquel Pappalardo. Se casó con Elvira Urquiza y tuvo tres hijas: Roxana Paola, Cecilia Raquel y Viviana Leticia, que lo hicieron abuelo.

Cursó sus estudios en las escuelas Brizuela, San Martín y Francisco Arias. Se dedicó a la gastronomía, lo que le valió el reconocimiento de la gente. Sus mayores valores siempre fueron la sencillez, la honradez, la hombría de bien y la familia.

Años atrás, en diálogo con El Ciudadano, el entrañable vecino habló de su vida. Los siguientes fragmentos de aquel encuentro, constituyen una manera de rendirle un merecido homenaje.

El inicio

Con tan sólo 8 años, Ardanaz inició su vida laboral. Su primer trabajo fue de canillita de Diario Democracia, en la época del director Albino Tello. Allí trabajó hasta los 14. Paralelamente, se desempeñó en la Farmacia Soto. “A la noche repartía el diario y a la mañana estaba en la Farmacia”, recordaba.

Con 15 años, ingresó al Hotel Sierras Grandes, donde iniciaría su vida ligada a la gastronomía: “Empecé bien de abajo; acomodando las mesas, cargando las heladeras… Al cabo de dos años estaba de mozo efectivo en el comedor. Allí estuve hasta los 21 años; pero desde esa edad hasta los 22, fui dueño del comedor junto a mi cuñado Rolando Urquiza”.

Seguidamente, se independizaría abriendo el Restaurante Micheletti, con el que trabajó durante décadas. Posteriormente, se haría cargo del recordado Hotel Internacional, donde estuvo por cinco años. “Luego de eso, producto del cansancio de tantos años de trabajo, junto a mi señora decidimos retirarnos de la actividad, dedicándonos sólo a hacer catering”, señalaba Víctor Hugo.

La actualidad

Ya retirado del manejo de restaurantes, el vecino contemplaba: “Hoy no es sencillo llevar adelante un negocio. En mi época era manejable, a pesar de que la situación económica no era buena. Ahora veo que mantener el servicio se hace muy difícil. Los costos no son los mismos. Hay que cobrar bien y la gente no puede, por lo que tampoco se pueden elevar los precios”.

Duro golpe

Ardanaz se mostraba agradecido por el apoyo que recibió de algunos vecinos siendo un jovencito: “Eduardo y Waldo Hernández (Sierras Grandes) me enseñaron el oficio de la gastronomía, aprendí de ellos la importancia del buen servicio. A su vez, soy un agradecido a gente que me dio una gran mano: Don Albino Tello y ‘Chicho’ Soto. Eran comerciantes serios y responsables que me enseñaron a vivir. También recuerdo al maestro Mario Castro. A la vida prácticamente me la enseñaron ellos, porque yo quedé huérfano siendo chico: mi padre murió cuando tenía 11 años y mi madre al tener 14. Prácticamente me crié en el Diario Democracia, en la Farmacia Soto y en el Hotel Sierras Grandes”.

Al morir sus padres, Víctor Hugo quedó solo, junto a un hermano tres años menor, que se convertiría en policía. “No fue fácil. No había cumplido 15 años y me hice cargo de mi hermano. Soy un agradecido a quienes me dieron apoyo, me enseñaron a respetar la gente y a conocer la vida. No me fue sencillo, pero le doy gracias a Dios”, puntualizaba en diálogo con El Ciudadano.

La familia

El mayor tesoro de Ardanaz era su familia: “Mi esposa es el pilar de mi vida. Agradezco al Señor haberla conocido”. Más de 50 años juntos, desde adolescentes hasta la adultez. “Siempre hemos estado juntos, yendo para adelante y trabajando”, comentaba el vecinos para el cual sus hijas y nietos también ocupaban en su vida ese lugar especial.

La economía

A lo largo de la historia, los vaivenes de la economía argentina han repercutido de diverso modo en la vida de la gente. En este sentido, el vecino ejemplificaba: “Yo tuve épo cas muy buenas. A los 19 años ya tenía mi casa hecha. En el momento de la hiperinflación, poseía dos negocios y trabajaba con los cuatro bancos de Villa Dolores. A raíz de la crisis, tuve que vender la casa para afrontar las obligaciones con los bancos. Con mi señora volvimos a empezar. Gracias a Dios tenemos casa propia y todo está bien, con nuestras hijas haciendo su camino”.

Agradecido

“No le puedo pedir más a la vida. Soy un agradecido a pesar de los avatares que tuve al ser chico, perdiendo a mis padres siendo una criatura. Pero he sido recompensado con la familia que hoy tengo. Dios me ha dado mucho, le doy gracias por permitirme levantarme día a día. Lo más lindo que me ha dado son mi mujer, mis hijas, nietos y hasta yernos guapísimos”, concluía Ardanaz.

¡Que en paz descanses querido Hugo!