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Riesgos por crecimiento sin planificación en Traslasierra

El “boom” de la construcción y de las nuevas radicaciones en las sierras de Córdoba pone en alerta a las comunidades locales ante nuevas problemáticas sociales y ambientales. Así aparecen novedosos dilemas: la necesidad de planificar un ordenamiento territorial que regule el impacto ambiental, los servicios y equipamientos para garantizar calidad de vida, y problemáticas sociales y espaciales.

Las investigadoras cordobesas Luciana Trimano y Denise Mattioli estudian desde hace más de una década diversos fenómenos socio-territoriales en la serranía, en su trabajo “Vivir en la naturaleza. Movilidad residencial y extractivismo inmobiliario en las sierras de Córdoba”, publicado en la revista científica Territorios 48.

Analizan de qué manera se desarrollan e impactan los desplazamientos desde las metrópolis a pueblos con cualidades ambientales en los valles de Traslasierra y en Paravachasca, y estudian su contracara: las transformaciones territoriales que acarrea la especulación inmobiliaria.

Las autoras indican que en el contexto excepcional de la crisis sanitaria del Covid-19, los desplazamientos residenciales se intensificaron y que las pequeñas y medianas localidades con cualidades paisajísticas-ambientales se convirtieron definitivamente en el nicho de mercado privilegiado para la especulación.

“En ese derrotero, las sierras de Córdoba se erigieron como sitios ideales para aquellos que decidieron emprender un cambio de vida en la naturaleza, pero también, para desplegar todo un sistema de captura de rentas extraordinarias”, dice, en declaraciones al rotativo La Voz, Trimano, doctora en Comunicación Social e investigadora del CONICET, quien focaliza su trabajo en un grupo de pueblos rurales y localidades pequeñas del valle de Traslasierra.

En sus conclusiones, el trabajo alerta sobre las preocupaciones locales con relación a los cambios radicales que se producen en los usos del suelo que derivan en transformaciones socio-territoriales y generan nuevas problemáticas en un proceso que las autoras califican como “extractivismo inmobiliario”. Todo ello podría resumirse en la advertencia que un habitante de Traslasierra le hizo a las investigadoras: “No sé qué vamos hacer, cada día llega más gente y compran terreno a lo loco, lotean y nosotros que nacimos acá ya no tenemos ni un pedacito de sierra”.

El impacto

La pandemia, en efecto, marcó un hito en la explosión poblacional y habitacional en las sierras. “La oportunidad de diseñar la vida en un nuevo lugar tomó fuerza, sobre todo, en las agendas de profesionales y emprendedores de clase media y alta que tenían la posibilidad de realizar actividades laborales de manera online y mantener su economía atada a la gran ciudad o al mercado virtual”, explican las investigadoras.

Mientras tanto, la transformación de regiones con potencial turístico, subrayan las autoras, se sostiene sobre inversiones que cambian los usos del suelo, extienden infraestructuras y desarrollan un mercado inmobiliario atractivo para nuevos habitantes mediante la venta de “la vida en la naturaleza”.

Según consigna el tabloide La Voz, el relevamiento entre pobladores realizado para el estudio confirma que las transformaciones territoriales traen aparejados problemas sociales, ambientales y espaciales que preocupan a las comunidades. Dentro de los aspectos sociales observan que los lugareños más vulnerables económicamente se ven forzados a mudarse hacia poblaciones aledañas o áreas con menos servicios y accesibilidad.

En este sentido, un habitante de Traslasierra contó a las investigadoras: “Nací y me crié en Nono, pero a la hora de hacer mi casa tuve que irme a otro lado. El costo de la tierra no me permitió adquirir un lote acá”. 

¿Y la planificación?

La investigación detecta que la ausencia de una planificación integral sensible al territorio a largo plazo y a las demandas que imponen los movimientos de las personas desencadenan una serie de transformaciones territoriales que repercuten en las dinámicas sociales, simbólicas y económicas. 

“La ausencia de normativas para proteger y conservar las particularidades del paisaje serrano implica que los ejidos avancen sobre áreas de protección ambiental (remanente de bosque nativo), áreas productivas (aledañas a campos de soja) o áreas grises (sin jurisdicciones específicas). La contracara de esta situación es el cambio de los usos del suelo (rural-productivo y turístico-recreativo y residencial), el aumento de su valor y el de la vivienda y la mutación de la fisonomía local”, dice Mattioli.

Las autoras encuentran que el modelo de desarrollo urbano que se reproduce en las sierras de Córdoba implica un fuerte proceso de especulación y acaparamiento de tierras: “Para poder cambiar el uso del suelo se recurre al desmonte y a los incendios forestales”. Es decir, “se utilizan artilugios ilegales, además de peligrosos, para transformar zonas de conservación en áreas de desarrollo inmobiliario y de construcción de nuevas vías de desplazamiento vehicular de gran escala y alta velocidad; esto, en una provincia cuyo remanente de bosque nativo es de apenas el 3%”.

Asimismo, el estudio advierte que el mercado inmobiliario convierte a las movilidades residenciales urbanas en un factor de estratificación, segmentación y expulsión que refleja las diferencias socioeconómicas de los grupos que habitan el territorio.

La investigación concluye que “habitar en entornos naturales y saludables es un derecho humano fundamental, motivo por el cual urge repensar la planificación de las localidades serranas a partir de criterios que contemplen la protección de sus particularidades paisajísticas y la historicidad de sus comunidades”, apuntan.