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Historia de Vida: Honorio, el capataz de la Bodega “Champaquí”

Honorio Miguel Díaz, conocido como “Ñato”, nació en la ciudad de Villa Dolores el 24 de abril de 1921, fueron sus padres Tránsito Orión Díaz y Petrona Maldonado.

A la edad de 14 años comenzó a trabajar en los viñedos de propiedad de la firma Bodega y Viñedos Sierras de Córdoba S.R.L., labor que sólo se vio interrumpida a los 18 años cuando debió cumplir con el servicio militar obligatorio. Luego de ello, además de retomar su labor en los viñedos, su gran curiosidad y ansia de superación lo llevaron a interiorizarse en conocimientos sobre las diversas variedades de vides y las condiciones óptimas de cada una de ellas para su mejor producción, como también en el proceso de fermentación.

En el año 1941 los ciudadanos españoles, fundadores, principales socios y administradores del establecimiento vitivinícola, el químico Luis Laje y el comerciante Diosdado Osuna, decidieron aunar distintas tareas que se llevaban a cabo en lo que era la bodega de la firma, por entender que de esta forma se lograría un mejor control y manejo de la producción. Fue así como nació el cargo de capataz general de la Bodega de Villa Dolores, que era conocida con el nombre de fantasía “Champaquí”, debido a que ésta era la denominación de los viñedos que la compañía poseía en el lugar denominado Quebrada de Los Pozos, en Valle de Traslasierra, en el faldeo de las Sierras Grandes, y porque su producto más popular y, por lo tanto, más vendido era el vino que llevaba esa denominación.

Fue así que, por los conocimientos propios de un autodidacta y su trayectoria en la empresa, Miguel Díaz fue seleccionado para ocupar ese cargo. Al poco tiempo Diosdado Osuna vendió su participación societaria al comerciante español José Noguerol, desvinculándose de esta manera del emprendimiento comercial.

La relación empleado/empleador entre Miguel Díaz y Luis Laje, con el paso del tiempo, se convirtió en una de gran amistad y respeto. 

Debido a las funciones que debía cumplir, le fue exigido al capataz residir en el predio de la Bodega, en una vivienda que se construyó en la esquina de la actual calle Luis Laje y el “Paseo del Canal”. Allí permaneció durante 45 años junto a su esposa, Petrona López, a quien se la conocía como “Doña Pichina”, quien pronto fue designada supervisora de empaquetado y etiquetado, labores que desarrollaban un grupo de mujeres a mano y de forma absolutamente artesanal.

El capataz general, durante el día, tenía a su cargo numerosos trabajadores que se organizaban en distintas áreas conforme a las etapas de producción (ingreso, pesado y descarga de materia prima, fraccionamiento, maceración, fermentación y embotellado), siguiendo las directivas de los enólogos.

Una de los objetivos por los cuales debió residir junto a su familia en el predio en donde se encontraba la bodega fue mantener vigilada la temperatura de los piletones donde se maceraba el jugo de uvas, control térmico que podía manipularse mediante un sistema de acequias por donde el capaz permitía o restringía mediante válvulas la circulación de agua fría que provenía del Canal Maestro, según fuera necesario.

El cuidado de la temperatura exigía que el termómetro circulara por los diferentes piletones tanto durante distintos momentos del día como de la noche, lo que exigía la tarea nocturna del capataz general y una permanente dedicación.

Más allá de las labores específicas, el hecho de ser el único empleado con domicilio permanente en el establecimiento lo llevó a cumplir también tareas de sereno y vigilancia, las que desarrolló en compañía de su fiel mascota, un perro de la raza collie, al que bautizó Inti en honor al dios inca del sol, por ser considerado este astro el principal responsable de la maduración de las uvas.

En la casa de la Bodega nacieron los cuatro hijos del capataz, Yolanda, Teresa, Carmen y José Miguel, no habiendo abandonado las dos primeras y el último nunca su residencia en Villa Dolores.

Desarrolló sus labores con absoluta responsabilidad y afabilidad, por lo que se ganó el afecto y reconocimiento de los distintos propietarios del establecimiento, como de los obreros que dirigía.

En el año 1986 se jubiló y abandonó junto a su esposa la vivienda que había sido su hogar durante 45 años, al mismo tiempo que la actividad de la Bodega comenzaba a decaer, llegando a su cierre definitivo en el año 1996. Con su partida, el conjunto de actividades que concentró durante su paso por el establecimiento vitivinícola volvieron a separarse entre distintos empleados que cumplían una o algunas de las tareas del capataz general. Nadie más fue designado en ese cargo.

Murió el 18 de junio de 1998 en una casa ubicada en una arteria de la ciudad de Villa Dolores que lleva el nombre de su mentor y amigo, en el Pasaje Luis Laje.

• Por José María Estigarribia, miembro de la Junta Municipal de Historia.