Escapes libres o modificados para que suenen como un auto o moto de competición, combinados con una conducción brusca para volverlos aún más ruidosos, conforman un coctel sonoro fastidioso para los vecinos dolorenses.
No es la primera vez que El Ciudadano advierte que, en Villa Dolores, es habitual la circulación de vehículos con modificaciones y que encima sus conductores aplican aceleraciones violentas para volverlos más estruendosos.
Una vez más, tal como se ha hecho desde este espacio de opinión anteriormente, graficaremos dos situaciones comunes en el tránsito:
• Semáforo en rojo. Auto o moto dispuesta como en línea de largada. Luz verde y acción… el vehículo sale disparado a toda velocidad inundando el ambiente con ruidos ensordecedores. A los 100 o 200 metros y contraexplosión mediante, frenada a cero, en el mejor de los casos, ante un semáforo, cruce o cualquier otra incidencia vial.
• La vía pública. Vecinos se encuentran, se saludan y al comenzar su diálogo se ven en la obligación de interrumpir la conversación por algunos instantes. Es que justo pasó un rodado que tornó imposible escuchar al otro, ni siquiera a un metro de distancia, debido a su escape preparado. Luego de ese momento vivido con resignación, los ciudadanos retoman su intercambio verbal, no sin antes quejarse entre ellos por la insensata e inesperada interrupción.
Sin lugar a dudas no es necesario tanto escándalo para movilizarse por la ciudad, donde debiera transitarse de forma silenciosa y sensata, valorando la vida propia y la del prójimo.
La existencia de un ruido excesivo puede afectar negativamente la vida cotidiana en temas sensibles como la seguridad vial y la salud pública; sus consecuencias pueden ser tan diversas como cantidad de vecinos hay.
Tiempo atrás, la Municipalidad de Villa Dolores llevó adelante un atinado procedimiento de destrucción de escapes que no cumplían con los requisitos de sonoridad indispensables para el tránsito urbano, los cuales habían sido decomisados en el marco de controles vehiculares con secuestro de vehículos.
Darle continuidad a este tipo de acciones ante los escapes ruidosos, no sólo permitirá disminuir su cantidad y desalentar su instalación, sino que además impactará positivamente en la seguridad vial y en la tranquilidad pública.
Pero si bien somos hijos del rigor, a esta problemática no sólo debe enfrentarla el Estado a través de controles y sanciones sobre los vehículos que sobrepasen el umbral de decibeles que puede soportar el oído de los seres vivos, sino que además se requiere de la toma de conciencia de la población: el cumplimiento de las normas de convivencia y del respeto al otro debiera comenzar a darse en cada vecino, para así poder conseguir un cambio duradero.
El Ciudadano
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