Un incendio intencional de pastizales en Las Tapias, que terminó con un hombre de 65 años detenido, reaviva un problema crónico en Traslasierra. El fuego, usado como práctica rural, genera riesgos ambientales y de seguridad, y abre el debate sobre la necesidad de políticas más firmes de prevención y sanción.
La policía sorprendió días atrás a un vecino de Las Tapias iniciando fuego sobre ramas y pastizales a la vera de la Ruta E-88, en las inmediaciones de la iglesia del pueblo. El hombre, de 65 años, fue detenido y se le secuestró un encendedor. La escena, que podría parecer menor, encierra en realidad una problemática de larga data en la región: el uso del fuego para limpiar terrenos.
Lejos de ser un hecho aislado, las quemas de pastizales se repiten cada año y ponen en jaque tanto a la seguridad de los vecinos como a los recursos de bomberos voluntarios, que deben intervenir en emergencias que fácilmente pueden desbordar. “Un simple descuido puede transformarse en un incendio forestal incontrolable”, advierten especialistas en manejo del fuego.
El Código de Convivencia Ciudadana sanciona estas prácticas, pero en la práctica, muchas veces el fuego se enciende sin que medien denuncias. La sequía, los vientos y el calor característicos de Traslasierra agravan la situación y multiplican los riesgos.
Los vecinos coinciden en que se requiere una mayor campaña de concientización y, sobre todo, un compromiso firme de las autoridades para aplicar sanciones ejemplificadoras. “El fuego mal usado no solo destruye flora y fauna, también pone en peligro vidas humanas y bienes materiales”, remarcan al unísono.
Con el inicio de la temporada seca, la preocupación se acrecienta. Lo sucedido en Las Tapias es una advertencia: cada chispa encendida sin control puede convertirse en un desastre.