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No es diversión, es negligencia: menores en la noche dolorense

La detención de encargados de boliches en Villa Dolores por permitir el ingreso de menores no es un hecho aislado: es la muestra de una realidad preocupante que crece al amparo del silencio social. La diversión no puede seguir siendo excusa para la negligencia.


Lo ocurrido durante los recientes operativos policiales en Villa Dolores (foto), que derivaron en la detención de encargados de boliches por permitir el ingreso de menores, no es un hecho aislado ni menor. Es, en realidad, el síntoma visible de un problema más profundo: la peligrosa naturalización de que adolescentes frecuenten espacios diseñados para adultos, sin el mínimo resguardo institucional ni social.

La presencia de menores en locales nocturnos está expresamente prohibida por ley. No se trata de un capricho ni de una medida moralista, sino de una regulación clara que busca proteger a los más jóvenes de entornos donde el consumo de alcohol, la aglomeración de personas, la música a alto volumen y, muchas veces, la falta de control, pueden transformarse en escenarios de riesgo.

Resulta alarmante que algunos responsables de estos establecimientos habiliten el ingreso de adolescentes sin tomar en cuenta las consecuencias legales ni, mucho menos, las humanas. Y más aún que este tipo de transgresiones no sorprendan demasiado a la comunidad.

No es nuevo: muchas familias conocen, permiten o incluso fomentan la presencia de sus hijos en estos espacios con el argumento de que “todos lo hacen” o “es mejor que estén ahí que en otro lado”. Sin embargo, cada vez que un menor cruza la puerta de un boliche, se debilita una barrera de protección social y se abre paso a la improvisación, la exposición y el abandono institucional.

Celebramos que existan controles y que se apliquen sanciones. Pero también es necesario preguntarnos qué pasa entre operativo y operativo. ¿Qué herramientas tienen los adultos para evitar estas situaciones? ¿Qué lugar ocupa el Estado en la educación y prevención? ¿Qué responsabilidad asumimos como sociedad?

No se trata de criminalizar el ocio juvenil, sino por un lado de generar las condiciones adecuadas para ello y de asumir que hay límites necesarios para que ese ocio no se transforme en tragedia. Porque detrás de cada noche sin control hay una historia que podría terminar mal. Y entonces, como ya ha pasado tantas veces, será tarde para reclamar responsabilidades.

• El Ciudadano.