El avance del narcomenudeo en los pueblos del interior cordobés expone una trama que combina marginalidad, supervivencia y delito. Los recientes operativos en Villa de Soto y Villa Dolores muestran cómo hogares enteros se transforman en puntos de venta y cómo el circuito ilegal se recicla una y otra vez, pese a los esfuerzos policiales.
La Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA) irrumpió días atrás en una vivienda del barrio 9 de Julio, en Villa de Soto, y confirmó lo que muchos vecinos sospechaban: el lugar funcionaba como quiosco de drogas. Allí fueron detenidos una mujer de 50 años y sus hijos, de 21 y 24. Se secuestraron 137 dosis de cocaína, plantas de marihuana, dinero y elementos de fraccionamiento.
El hallazgo, que quedó bajo investigación de la Fiscalía de Lucha Contra el Narcotráfico de Cruz del Eje, expuso otra vez el rostro del narcomenudeo familiar, donde la frontera entre la necesidad económica y el delito se desdibuja. Según datos del Ministerio Público Fiscal, más del 60% de las causas por estupefacientes en el interior de Córdoba involucran a pequeños vendedores o entornos familiares.
Un día antes, un procedimiento similar en Villa Dolores volvió a encender las alarmas. En barrio Sur, la FPA detuvo a un hombre de 33 años y clausuró un nuevo punto de venta. El sospechoso tenía antecedentes y habría estado vinculado a un operativo previo, realizado en noviembre de 2024, en el mismo sector.
Los investigadores describen un fenómeno que se adapta y se recicla. Cuando un quiosco se cierra, otro emerge. Los circuitos son pequeños, silenciosos y móviles. En lugar de grandes estructuras criminales, predominan redes domésticas, sostenidas por la precariedad y la vulnerabilidad social.
En los pueblos del norte y del oeste cordobés, el narcomenudeo se ha convertido en un problema estructural: viviendas humildes convertidas en centros de venta, madres que terminan detenidas junto a sus hijos, jóvenes atrapados por el consumo y vecinos que prefieren callar por miedo o resignación.
Mientras las fuerzas especializadas celebran cada operativo, el trasfondo inquieta. Porque detrás de cada bolsa decomisada hay una historia de exclusión, un hogar fracturado y una comunidad que ve cómo la droga ya no llega solamente desde las rutas, sino que se vende detrás de las puertas familiares.