A partir de tres crónicas firmadas por Jorge “Trueno” Soria en El Ciudadano, este reportaje reconstruye la vida, el secuestro y el asesinato de Gustavo Alberto “Panchulo” Pereyra, joven dolorense de 24 años desaparecido en 1976 por la dictadura militar. Una mirada íntima, documentada y profundamente humana que devuelve su nombre al presente y afirma el compromiso con la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Por más de cuatro décadas, el nombre de Gustavo Alberto “Panchulo” Pereyra ha circulado en voz baja, sostenido por la constancia incansable de su familia y de quienes se rehúsan a dejarlo caer en el olvido. Hoy, gracias al trabajo minucioso y sensible de Jorge “Trueno” Soria —autor de las tres crónicas que dan origen a este reportaje— esa historia vuelve a cobrar cuerpo en Villa Dolores, la ciudad donde Gustavo nació, creció y soñó con un país más justo.
En sus textos, Soria reconstruye un pasado que se vuelve nítido por contraste: el hogar de ocho hermanos, el clima de trabajo y ternura, las escuelas Panamericana, San Martín y la Normal, donde también estudió el propio cronista. Panchulo aparece ahí como un joven inquieto, lector, músico en ciernes, deportista y caminante de cerros; un chico de barrio que participaba de las Semanas Estudiantiles y de las actividades parroquiales, un universitario que viajaba “a dedo” con sus amigos y que se permitió creer en la política como herramienta de igualdad.
Ese pasado luminoso hace más brutal el quiebre que describen los artículos de Soria. El 29 de julio de 1976, a los 24 años, siendo estudiante de quinto año de Medicina en Córdoba, Gustavo fue emboscado por un “grupo de tareas”. Aquella fue la Primera Estación de un vía crucis que el autor reconstruye con nombres propios, documentos y testimonios: la detención clandestina, la desaparición forzada, la tortura; el degollamiento perpetrado por Jorge Exequiel Acosta en el centro clandestino de detención La Perla, según narró la sobreviviente Graciela Geuna; la aparición posterior del cuerpo como N.N. y el reconocimiento en la morgue del Hospital San Roque, tarea devastadora que recayó en su padre y su hermano.
Las crónicas de Soria se detienen también en el otro campo de batalla: la familia, sometida al silencio, al miedo y a la espera interminable. “Calamidades de esta magnitud es lo que padeció la familia entera”, escribe el autor al interpelar directamente al lector: ¿qué haríamos si algo semejante les ocurriera a nuestros hijos o hermanos?
En paralelo, el «Trueno» contextualiza aquella tragedia individual dentro de la maquinaria dictatorial: los más de 340 centros clandestinos, las prohibiciones culturales, el cierre de fábricas, la desaparición de miles de personas, el endeudamiento, la supresión de derechos y del Estado de Derecho. Trae a colación reflexiones de Adrián Grünberg, citas de la CIDH y la ironía amarga de Borges al referirse a los militares que, tras violar la ley, buscan amparo en ella.
Soria no se limita a narrar: propone pensar el presente desde esas huellas. En, quizás, el tramo más luminoso de su serie, señala que Gustavo seguirá resucitando “en la Memoria, la Verdad y la Justicia”, y que su historia pertenece tanto al ayer como al ahora. Lo reafirma la anécdota íntima de Marta, hermana de Gustavo, quien definió su meta máxima: “Tratar de llegar a la igualdad, a ser merecedores de los derechos propios y naturales de un ser humano. Jamás un arma, jamás nada”.
A cincuenta años del Plan Cóndor y en un tiempo donde los relatos históricos vuelven a tensarse en el debate público, la voz de Jorge “Trueno” Soria retoma una responsabilidad indeclinable: recordar para impedir que las sombras regresen con otros nombres.
Por eso, su llamado final —el mismo que titula su trilogía— no es solo un homenaje, sino una advertencia precisa, urgente y necesaria: Gustavo “Panchulo” Pereyra: Presente. Ahora. Siempre.
«Panchulo»
Gustavo nació el 17 de junio de 1952 en Villa Dolores, provincia de Córdoba. Realizó sus estudios primarios en la Escuela Panamericana y los secundarios en la Escuela Normal Dalmacio Vélez Sársfield, donde egresó en 1971. Un año después se trasladó a Córdoba para iniciar la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), ámbito en el que también militó activamente en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Conocido como “Panchulo” por sus compañeros, fue asesinado la tarde del 29 de julio de 1976 por personal de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada en barrio General Bustos, en un operativo en el que también fueron ejecutados Hilda del Valle Gaitán y Eduardo Domingo Ramírez. Tenía 24 años. Su cuerpo fue retirado por su familia de la morgue.
• Reportaje especial basado en la serie de notas de Jorge “Trueno” Soria publicadas en la edición impresa de El Ciudadano.

