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La fascinante historia de la vitivinicultura en el Valle de Traslasierra

La vitivinicultura, una de las prácticas agrícolas más antiguas, tiene una historia rica y compleja que se remonta a miles de años. Desde los pueblos nómades que elaboraban vino con uvas silvestres hace más de seis mil años hasta las grandes civilizaciones como los egipcios, griegos y romanos, el vino ha sido valorado no solo como una bebida, sino también como una medicina y un símbolo cultural. Su nombre, derivado de «voino», palabra de origen caucásico, refleja su trascendencia histórica. En Traslasierra, esta tradición se desarrolló de manera singular, pasando de rudimentarios métodos domésticos a proyectos más ambiciosos y refinados en el siglo XIX.

Introducción del Vino en América

Un detallado informe de María del Carmen Marietan, indica que con la llegada de los conquistadores a América, el vino fue una de las muchas tradiciones importadas desde Europa. Según el historiador Pablo Lacoste, tanto las tropas como los frailes requerían vino para consumo personal y ceremonias religiosas. Esto motivó la introducción de la vid en los territorios del Nuevo Mundo, donde las condiciones climáticas y geográficas demostraron ser propicias para su cultivo.

En Córdoba, los jesuitas desempeñaron un papel clave en la introducción de la vid durante el siglo XVII. En la estancia de Jesús María, adquirida en 1618, se plantaron los primeros parrales que darían origen a la primera bodega del país. Para inicios del siglo XVIII, esta bodega comercializaba cerca de 1.300 litros de vino, marcando el inicio de una tradición que se extendería por toda la provincia, incluyendo la región de Traslasierra.

Los primeros pasos de la vitivinicultura

Tal como lo documenta María del Carmen Marietan en su informe, en 1790 Vicente Alcalde Espejo destacó las prácticas vitivinícolas de Traslasierra, que combinaban rusticidad y eficiencia. Según sus observaciones, las parras eran plantadas sin mayores cuidados, y el riego y la poda eran las únicas intervenciones realizadas. A pesar de estas técnicas rudimentarias, se producían vinos de notable calidad y aroma, aunque los tiempos de fermentación no siempre eran respetados.

La producción de vino en Traslasierra alcanzaba niveles significativos, con unas 25.000 arrobas elaboradas anualmente. Además, la región contaba con seis fábricas de aguardiente y ocho alambiques, lo que daba cuenta de una cultura del alcohol bien establecida. Alcalde Espejo también resaltó la importancia económica de esta actividad, ya que los productos derivados del vino y el aguardiente eran comercializados fuera de la región, permitiendo a los habitantes obtener bienes que no se producían localmente.

La expansión de la vitivinicultura en Traslasierra

Según el análisis de Marietan, la vitivinicultura no se limitaba a un solo punto de la región. En el Departamento San Alberto, Alcalde Espejo identificó siete alambiques distribuidos en localidades como San Pedro, Los Molles, Dolores, Las Tapias y Las Chacras. En el Departamento Minas, destacó los viñedos de Carlos Brian, cuyos vinos eran considerados de excelente calidad. Por su parte, el Departamento Cruz del Eje recibía elogios por sus viñedos, descritos como superiores a los de otros países.

Estas actividades contribuían al desarrollo económico de la región, al tiempo que estaban profundamente arraigadas en las costumbres locales. Sin embargo, el uso inadecuado del licor podía derivar en excesos, como lo documentó Alcalde Espejo al referirse a las ceremonias funerarias en las que se consumía de manera descontrolada.

Testimonios y evolución de la agricultura

A principios del siglo XIX, Alexander Caldcleugh, un viajero británico, documentó en 1825 sus impresiones sobre Traslasierra. En Luyaba, observó la agricultura local, que incluía el cultivo de maíz y la producción de quesos acompañados de dulces de uvas e higos. Este testimonio refleja una transición hacia métodos agrícolas más organizados y una mayor diversificación de productos.

Con el tiempo, la agricultura en la región adoptó prácticas más avanzadas, como el uso de la roza, una técnica de quema de pastizales para enriquecer el suelo. Estas innovaciones permitieron mejorar la calidad y cantidad de la producción vitivinícola.

El Censo de 1887 y el proyecto de Julio Mestre

El primer Censo Provincial de Agricultura, realizado en 1887, marcó un punto de inflexión en la historia de la vitivinicultura en Traslasierra. Julio Mestre, propietario del establecimiento «El Carrizal», destacó por su visión de futuro. En sus tierras, que abarcaban más de 13.000 hectáreas, Mestre planeaba establecer colonias de viticultores franceses y españoles. Aunque solo 169 hectáreas estaban dedicadas a la vid, Mestre había importado 150.000 plantas de Francia y España, lo que demuestra su ambición por modernizar la producción.

El censo también puso en evidencia las limitaciones de la región, como la falta de infraestructura y recursos hídricos. En este contexto, los censistas recomendaron la construcción de un dique en el Río de los Sauces para garantizar el acceso al agua y facilitar el cultivo de las tierras disponibles en Villa Dolores y alrededores.

Bases para el desarrollo futuro

Como bien sintetiza María del Carmen Marietan, la historia de la vitivinicultura en Traslasierra es un testimonio de resiliencia y adaptación. Desde los métodos rudimentarios descritos por Vicente Alcalde Espejo hasta los proyectos visionarios de Julio Mestre, la región ha demostrado su capacidad para integrar tradición e innovación. Este legado enriquece la identidad cultural de Traslasierra y sienta las bases para su desarrollo futuro como una región vitivinícola de renombre.