La economía, entre otros, es el gran problema de los argentinos. La dinámica de la inflación es uno de los aspectos que más preocupación genera en la población, mientras pone en jaque políticamente al Gobierno nacional.
La inflación de abril fue de 6% y llegó al 58% en los últimos 12 meses, la cifra más alta en 30 años.
El dato de abril empujó a la inflación acumulada en 12 meses al peor número desde 1992. Tanto es así que para encontrar una cifra más alta, hay que remontarse a la hiperinflación de fines de los ‘80 y principios de los ’90.
Una tasa de inflación aceptable para el Gobierno sería de 3% mensual. Todos la celebrarían. En una Argentina utópica, si esta tasa se diera desde mayo en adelante, la inflación en diciembre del 2022 terminaría siendo aún altísima, del 56%.
En concreto, el piso de inflación para 2022 ya está cerca de 60% en el escenario más optimista, que es el del Gobierno.
La situación es alarmante y con ribetes de horror: si en lugar de 3%, la tasa mensual de inflación tuviera una variación mínima llegando al 4% mensual, esto haría que la inflación anual a diciembre 2022 alcance el 68%. Y esto, teniendo en cuenta la evolución de precios, es un escenario sumamente factible.
Además, como si fuera poco, el drama asociado a esta realidad inflacionaria es la posibilidad cierta de que pueda producirse una devaluación brusca del dólar oficial, en un continuo circulo vicioso que succionaría todo tipo de esperanza de mejora.
No hay indicios que garanticen que la situación económica no se seguirá deteriorando. El Gobierno lejos está de tener un plan ni intenciones concretas de controlar la inflación con medidas efectivas y profesionales.
Prueba de ello es la insistencia empecinada de seguir optando por los reiterados y malogrados acuerdos de precios y precios cuidados, que distan mucho de ser herramientas anti-inflacionarias. El panorama es absolutamente sombrío.
• El Ciudadano

