En La Posta, el Oratorio Santo Brochero en el Camino de las Altas Cumbres se ha convertido en un lugar de intensa devoción, donde los fieles dejan ofrendas y objetos en honor al santo argentino. Sin embargo, prácticas poco convencionales, como el depósito de urnas, restos de cabellos y elementos fuera de lugar, generan polémica y preocupación entre algunos visitantes.
Situado en un punto emblemático del Camino de las Altas Cumbres, el Oratorio Santo Brochero en La Posta se ha convertido en un sitio de peregrinación y devoción para fieles de todo el país. La sencillez del oratorio contrasta con la intensidad de la fe que lo rodea: allí, los creyentes pueden dejar ofrendas, fotografías, rosarios, imágenes religiosas y prendas personales, expresando gratitud, pedidos y devoción al “Cura Gaucho”, el santo argentino que marcó a Traslasierra.
Sin embargo, el lugar también refleja un lado polémico de la religiosidad popular. Un cartel colocado por los responsables del oratorio indica: “Por favor no deje urnas, cenizas ni restos humanos. Se ruega retirar las urnas dejadas”, una advertencia que no siempre es respetada. En los alrededores, se pueden encontrar urnas y objetos poco convencionales, que algunos visitantes consideran fuera de lugar.
Al salir del oratorio, junto a la ruta, se encuentra una estatua de grandes dimensiones de Brochero montado sobre su mula, otro espacio donde los fieles depositan ofrendas. Aquí, la diversidad de objetos es aún más marcada: desde elementos mecánicos como juntas de auto hasta frascos con cabellos humanos. La intensidad de la fe se mezcla con prácticas que generan incomodidad entre ciertos creyentes.

Una vecina, Érica, expresó su preocupación: “Es una pena que la gente no respete estos lugares. Hay de todo. No es una linda experiencia”. Sus palabras reflejan la tensión que puede existir entre la expresión sincera de la devoción y los comportamientos que otros consideran inapropiados.
El Oratorio Santo Brochero sigue siendo un espacio de encuentro espiritual, pero también un espejo de la complejidad de la religiosidad popular: donde el fervor convive con la controversia, y donde la fe sincera se enfrenta a prácticas que, aunque bien intencionadas, pueden resultar perturbadoras para algunos visitantes.