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El esplendor perdido de los cítricos en Traslasierra

Durante décadas, Traslasierra fue tierra fértil para el cultivo de cítricos, especialmente naranjas y limones, que llegaron a abastecer mercados nacionales e incluso internacionales. Sin embargo, factores como la desorganización productiva, fenómenos climáticos y la falta de políticas sostenidas provocaron el ocaso de una actividad que supo dar identidad y sustento a la región. Hoy, entre recuerdos y árboles que aún resisten, la historia de aquel esplendor perdido interpela al presente.


Hacia 1943, los naranjales de la costa serrana y alrededores de Villa Dolores se expandían y muchos ya estaban en plena producción, superando incluso la demanda. El excedente se destinaba, en algunos casos, al mercado externo o se almacenaba en cámaras frigoríficas, esperando mejores precios.

Los limoneros también representaban una fuente de ingresos importante, aunque limitada por la falta de organización entre productores o la ausencia de un organismo que impulsara su comercialización. El precio del limón caía después de la cosecha, y el panorama se agravaba con la llegada de cítricos desde otras provincias o del exterior.

Según datos analizados por la magíster María del Carmen Marietan, se estima que en 1947 existían en el Departamento San Javier unos 49.115 naranjos dulces, de acuerdo a los censos de 1908 y 1937. Sin embargo, no se aprovechaban los subproductos como jugos, dulces o concentrados, que podrían haber mejorado la rentabilidad.

En muchos hogares del país, las frutas eran un lujo, debido a la especulación, la exportación y las pérdidas ocasionadas al intentar evitar la saturación del mercado local. En medio de un contexto internacional marcado por la guerra, países como Argentina sufrían los efectos de la inflación. En 1951, por ejemplo, la suba de precios llegó al 37% anual. La Ley de Emergencia Económica de 1952 intentó contener la situación con congelamiento de precios y salarios, pero los aumentos especulativos continuaron.

En 1953, las heladas afectaron gravemente la producción de cítricos, imposibilitando su venta a San Luis, uno de los principales mercados de Villa Dolores. Se debieron solicitar préstamos y realizar tareas sanitarias para recuperar los frutales. El esfuerzo dio frutos: la Cooperativa Agraria Integral del Valle de San Javier logró enviar un vagón cargado de naranjas al Mercado de Frutos de Buenos Aires, con la intención de abastecer también a Córdoba y al Litoral. En esa ocasión, no se desinfectaron los vagones, lo que hablaba de la calidad de la fruta.

A pesar de las dificultades naturales, en 1958 el establecimiento “El Naranjal”, cercano a San Pedro, contaba con unas cuatro mil plantas de naranjas de verano, limoneros y cien hectáreas destinadas a álamos, eucaliptos, papas, orégano y forrajeras. Más de 50 peones trabajaban durante tres meses en la cosecha, y desde sus galpones se preparaban cajones con frutas para ser enviados a la Capital Federal.

En 1961, una fuerte granizada causó pérdidas totales y desolación entre los productores. La falta de un seguro agrícola agravó la situación. Recién en 1967, con la Ley 17.418, se sentaron las bases legales para ese tipo de cobertura. Hoy, la pregunta sigue vigente: ¿qué pasó con todo ese esfuerzo? Basta recorrer los caminos de Traslasierra para ver los frutales que aún resisten, como testigos de una época de trabajo, esperanza y frustración.

• Fuente: Magíster María del Carmen Marietan