La reciente aprehensión de dos jóvenes en Mina Clavero por causar desórdenes en la vía pública expone una problemática repetida en las noches de la región. El alcohol, la falta de controles y el desborde juvenil convierten a los espacios céntricos en escenarios de conflictos que preocupan a vecinos y autoridades.
La tranquilidad de Mina Clavero se vio alterada recientemente cuando efectivos de la patrulla preventiva debieron intervenir en pleno centro para reducir a dos jóvenes, de 17 y 18 años, oriundos de Villa Cura Brochero, que causaban disturbios en la vía pública. El hecho, lejos de ser excepcional, refleja un patrón que se repite con frecuencia en las localidades del Valle de Traslasierra.
Vecinos y comerciantes denuncian que los fines de semana, sobre todo en temporada alta, las peleas callejeras, gritos y desmanes suelen extenderse hasta la madrugada, generando inseguridad y malestar en quienes residen en la zona. No se trata solo del ruido, sino de la violencia que muchas veces se desata entre grupos de jóvenes alcoholizados.
La policía actúa con detenciones preventivas, como en este último caso, pero las causas subyacentes son más complejas. El consumo excesivo de alcohol, la falta de propuestas recreativas reguladas y la escasez de controles municipales durante la noche son factores que alimentan la problemática.
El Código de Convivencia Ciudadana contempla sanciones por este tipo de conductas, aunque muchas veces los jóvenes son liberados al poco tiempo, sin mayores consecuencias. El problema es cultural, de educación y de límites, y requiere una estrategia integral que combine prevención, sanción y contención.
En un contexto donde el turismo es motor económico de gran parte de la región, el desafío de las autoridades pasa por garantizar que la vida nocturna no derive en episodios de violencia que empañen la imagen de los destinos serranos. El caso de Mina Clavero vuelve a encender la alarma: la convivencia ciudadana está en juego.