Ocho especies de fauna cordobesa fueron declaradas Monumentos Naturales Provinciales, una medida histórica que busca proteger su hábitat y fortalecer la biodiversidad. Desde el Sapo de Achala hasta el Pecarí Chaqueño, la Provincia reconoce el valor ecológico, cultural y científico de estos animales, impulsando planes de conservación, investigación y educación ambiental.
Hay decisiones que, aunque técnicas y jurídicas, nos interpelan como comunidad en lo más hondo. Una de ellas ocurrió en Córdoba cuando, por primera vez, se declaró Monumento Natural Provincial a ocho especies animales: el Sapo de Achala, la Tortuga Chaqueña, el Loro Hablador, el Águila Coronada, el Cóndor Andino, el Aguará Guazú, el Guanaco y el Pecarí Chaqueño.
La noticia fue difundida días atrás y muchos la recibieron con un gesto de alivio, casi como si se tratara de un respiro en medio de tanta adversidad. Y lo es: porque en un mundo donde abundan los titulares sombríos —crisis económicas, pérdida de valores, violencia cotidiana—, que un gobierno, científicos y organizaciones sociales se pongan de acuerdo para cuidar lo vivo es un acto de esperanza.
El valor de lo que no tiene precio
En los últimos 20 años, el Sapo de Achala vio reducidas drásticamente sus poblaciones. La Tortuga Chaqueña es víctima del comercio ilegal. El Loro Hablador, un ícono de los bosques, cayó en las redes del mascotismo. Y el Águila Coronada apenas cuenta con unos cientos de individuos maduros en todo el planeta. La lista podría seguir, pero lo esencial está dicho: estamos al borde de perder no solamente especies, sino símbolos de nuestra identidad natural.
Nombrarlas Monumentos Naturales es más que un gesto jurídico. Es reconocer que valen más vivas que enjauladas, más libres que convertidas en mercancía. Es asumir que, si desaparecen, no se lleva la extinción solamente a un animal: se extingue parte de nosotros, de nuestro paisaje, de nuestra memoria.
Los monumentos que respiran
En nuestras ciudades los monumentos suelen ser de bronce o piedra. Permanecen quietos, esperando una mirada que rara vez se detiene. En cambio, estos nuevos monumentos cordobeses laten, respiran, vuelan, saltan, rugen. Están en peligro, sí, pero también nos recuerdan que la vida es frágil y, por eso mismo, preciosa.
El Cóndor Andino, que despliega sus alas sobre las sierras, no es simplemente un ave: es un mito vivo, un emblema de libertad que inspira a generaciones. El Aguará Guazú, con su figura de lobo rojo, parece un animal salido de un cuento; verlo andar en la Laguna Mar Chiquita es casi un milagro. Y el Pecarí Chaqueño, con sus cinco millones de años de historia evolutiva, nos enfrenta a nuestra responsabilidad: ¿seremos nosotros la generación que lo condene al olvido o la que lo devuelva a la vida plena?
Un espejo en tiempos difíciles
La crisis económica golpea los hogares, los valores parecen desdibujarse y las prioridades urgentes aplastan a las importantes. ¿Por qué hablar entonces de sapos, loros o guanacos cuando hay familias que no saben cómo llegar a fin de mes? Porque en el fondo se trata de lo mismo: cuidar la vida.
Cuando una comunidad defiende a su fauna y flora, también defiende su propio futuro. Protegiendo un sapo endémico de Achala estamos protegiendo el agua de las sierras. Defendiendo al guanaco chaqueño cuidamos el equilibrio de los pastizales. Conservando al cóndor, nos reconocemos parte de una cultura que mira al cielo y encuentra allí un símbolo de resistencia.
La política ambiental no es un lujo. Es una necesidad que se conecta con la salud, la educación, la economía y la dignidad de los pueblos.
Más allá de la ley
El desafío ahora no es solamente celebrar la ley. Es cumplirla, sostenerla y ampliarla. Porque de nada sirven los monumentos naturales si siguen siendo víctimas de cazadores furtivos, del desmonte o del mascotismo. Es necesario que los planes de conservación sean reales, financiados y acompañados por la comunidad.
Y allí está el otro gran aprendizaje: cada persona puede ser guardiana de estos monumentos vivos. No se trata de grandes gestos, sino de pequeñas decisiones: no comprar fauna ilegal, no destruir el hábitat, transmitir a los niños el valor de respetar a los animales.
La esperanza bajo nuevas formas
En tiempos donde el futuro parece amenazado, estas declaraciones son un recordatorio poderoso: aún podemos elegir la vida, aún podemos honrar lo que nos rodea. El Valle de Traslasierra, la Pampa de Achala, los bosques chaqueños y la Laguna Mar Chiquita siguen albergando milagros que respiran.
Los monumentos de bronce recuerdan lo que fuimos.
Los monumentos vivos nos desafían a decidir qué queremos ser.
• El Ciudadano