Se volvió a encender una alarma conocida en las sierras cordobesas. Un grupo de doce senderistas, integrantes de una Congregación Cristiana de la ciudad de Córdoba —entre ellos varios estadounidenses— debió ser rescatado en inmediaciones de la Casita de Cristal, en las Altas Cumbres, después de perderse por completo en una zona sin señalización y sin cobertura de celular. El episodio, que demandó más de cuatro horas de trabajo ininterrumpido del DUAR, reabre un debate que se repite cada temporada: la necesidad de asumir el trekking como una actividad que requiere preparación, información precisa y respeto por el entorno.
Todo comenzó cuando los caminantes, desorientados en un sector de grandes desniveles, decidieron pedir ayuda a la Policía. La falta de referencias geográficas dificultó la identificación del punto exacto, pero el DUAR movilizó a su personal especializado para iniciar una búsqueda a contrarreloj. Tras recorrer unos siete kilómetros en condiciones exigentes, finalmente lograron localizar al grupo, asistirlo y encaminarlo hacia Estancia La Lejanía, en jurisdicción de Nono. La extracción finalizó varias horas después.
Aunque ninguno necesitó atención médica —solo presentaban fatiga y algunas escoriaciones— el operativo dejó en claro, una vez más, que incluso una salida recreativa puede transformarse en un riesgo real cuando se subestima el terreno. Las Altas Cumbres, con sus valles encajonados, caminos que se bifurcan y su habitual ausencia de señal, exigen más que entusiasmo: requieren planificación, consulta previa de rutas, guías habilitados cuando el grupo es numeroso, y equipamiento mínimo de orientación y comunicación.
Los rescatistas insisten año tras año en el mismo mensaje: la montaña no perdona improvisaciones. El trabajo profesional del DUAR evitó que un extravío tuviera consecuencias no deseadas. La tarea que queda pendiente es social: generar conciencia para que el próximo rescate no sea cuestión de tiempo, sino de prevención.

