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Del mito al miedo: La desinformación amenaza la confianza en las vacunas

Cada año, las vacunas evitan millones de muertes en América Latina, pero la desinformación y los mitos sobre sus efectos ponen en riesgo la salud de miles de niños y niñas. Un repaso por los rumores más frecuentes y la evidencia científica que los desmiente.

En una plaza, en un centro de salud o incluso en redes sociales, circulan historias que parecen inofensivas, pero que tienen consecuencias muy reales: cada año, más de 1,4 millones de niños y niñas en América Latina no reciben ninguna dosis de vacunas de rutina. En 2024, esto contribuyó a la reaparición de enfermedades que creíamos controladas, como el sarampión, que provocó 18 muertes y más de 10 mil casos confirmados en la región.

El miedo y la desinformación se alimentan mutuamente. Martha Velandia, asesora regional en inmunizaciones de la OPS, explica que la decisión de vacunarse depende de pensamientos, emociones, presiones sociales y cuestiones prácticas, como la disponibilidad de vacunas o la calidad de atención. “La reticencia a vacunarse puede surgir de mitos o percepciones erróneas”, dice al portal Chequeado Velandia, y advierte que esas ideas falsas amenazan la confianza en todo el programa de inmunización.

Uno de los mitos más persistentes es que las vacunas contienen grafeno, un material que no se utiliza en ningún biológico aprobado para humanos. Los expertos aclaran que los componentes de las vacunas, incluidos adyuvantes como el aluminio o conservantes como el timerosal, son seguros y regulados internacionalmente. Las dosis aplicadas son mínimas y se han probado durante décadas, sin relación con enfermedades como el autismo, otro mito que persiste pese a la retracción de estudios iniciales erróneos y a la evidencia científica contundente.

Otro mito que preocupa es pensar que la higiene reemplaza a la vacunación. Lavarse las manos y consumir agua segura son hábitos valiosos, pero no protegen contra enfermedades altamente contagiosas como el sarampión. “La vacuna genera anticuerpos específicos que la exposición natural no garantiza de manera segura”, subraya al portal Chequeado María del Valle Juárez, pediatra y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría.

El miedo y la desinformación tienen un costo tangible: cuando las coberturas bajan, enfermedades previamente controladas resurgen, como ocurrió con el sarampión en América Latina. Las vacunas, aunque invisibles en su efecto cotidiano, siguen siendo la defensa más eficaz contra la mortalidad infantil y los brotes epidémicos.

La ciencia propone claridad y evidencia frente al rumor. Mantener altas las tasas de vacunación no solo protege a quienes reciben la dosis, sino también a los que no pueden vacunarse por razones médicas. Cada mito desmentido, cada dosis aplicada, es un acto de responsabilidad colectiva: un compromiso con la salud de los niños y la tranquilidad de la comunidad.

En tiempos donde la información viaja rápido, el desafío es aprender a discernir entre miedo manipulado y conocimiento confiable. La ciencia y la educación son las mejores armas para que los mitos no vuelvan a enfermar a quienes más dependen de nuestra protección: los más pequeños.