Un reciente informe del Observatorio de Argentinos por la Educación revela que apenas el 10% de los estudiantes que comenzaron la primaria en 2013 logró terminar la secundaria en 2024 sin repetir ni abandonar y con los aprendizajes mínimos esperados. La caída en Matemática y las desigualdades territoriales exigen decisiones políticas y pedagógicas urgentes.
La educación debería ser una celebración de logros, pero los datos recientes muestran una realidad que interpela a toda la sociedad: sólo 1 de cada 10 alumnos argentinos completa la secundaria en tiempo y forma, con un desempeño adecuado en Matemática y Lectura. El análisis del Observatorio de Argentinos por la Educación refleja no sólo un retroceso preocupante respecto a cohortes anteriores —del 16% en 2020 al 10% en 2024— sino también un problema estructural de nuestra educación.
El deterioro en los niveles de aprendizaje es el núcleo de la cuestión. Entre 2022 y 2024, el desempeño en Matemática cayó en 5,5 puntos, con retrocesos notables en CABA, Neuquén y Córdoba. Aunque Lengua mostró una leve mejora, la caída general evidencia que el avance escolar no garantiza la adquisición real de conocimientos, un problema que la pandemia profundizó y que las brechas socioeconómicas agravan.
La desigualdad territorial es otra alarma. Mientras que en la Ciudad de Buenos Aires el 23% de los estudiantes llega al final del secundario en tiempo y forma, en Chaco apenas lo hace el 3%. Provincias como Santiago del Estero, Misiones y Catamarca muestran cifras igualmente críticas, reflejando una relación directa entre nivel socioeconómico y resultados educativos. Esta correlación confirma que la educación pública aún no cumple su rol central: reducir desigualdades y ofrecer igualdad de oportunidades.
Especialistas como Irene Kit subrayan la necesidad de repensar la enseñanza de la Matemática, no como un contenido aislado, sino como herramienta de pensamiento transversal. La pedagogía debe adaptarse a la realidad social y productiva de los estudiantes, fortaleciendo el pensamiento lógico y crítico en todas las áreas del conocimiento.
Además, el ausentismo y la insuficiente inversión educativa dificultan aún más la mejora de los resultados. Tres de cada cuatro pesos educativos son aportados por las provincias; la Nación invierte sólo un cuarto. Según la ley, la inversión debería alcanzar el 6% del PBI, algo que aún no se cumple, limitando la capacidad de implementar reformas estructurales y programas de apoyo docente y estudiantil.
Si queremos un país con oportunidades reales para todos, debemos asumir que la educación no es solamente un derecho, sino un proyecto colectivo que requiere inversión, planificación y compromiso social. Que apenas 1 de cada 10 alumnos alcance la meta educativa en tiempo y forma no puede ser aceptado como una estadística más: es un llamado urgente a repensar nuestra política educativa, la formación docente y los recursos destinados a quienes más los necesitan.
Argentina tiene que dejar de ser buena sólo en «meter chicos al sistema» y pasar a garantizar que cada estudiante pueda aprender lo que debe, con herramientas y acompañamiento adecuados. Porque sin educación de calidad, los sueños y las posibilidades de miles de jóvenes se desvanecen antes de concretarse.
• El Ciudadano